REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “EL MÁCARO”
CENTRO DE ATENCIÓN SAN JUAN DE LOS MORROS
COHORTE 2011-2
APROXIMACIÓN CURRICULAR
FACILITADOR:
PROF. ROGER CARPIO
PARTICIPANTE:
GARCÍA, YOLY
Diciembre, 2013
APROXIMACIÓN CURRICULAR
Educación para el proceso social
del trabajo. Habilidades para la producción de invenciones, e
innovaciones y modelos de gestión productiva.
Aprender a cooperar: el aprendizaje
cooperativo.
El desarrollo de este modelo se
enmarca en “aprender haciendo”, ineludiblemente transciende a la práctica
diaria dentro de las aulas. El proceso de enseñanza-aprendizaje supone una interrelación
constante entre sus miembros y el marco institucional de socialización,
interacción e integración. Los procesos dentro del aula tendrán una importancia
vital, dado que la tarea del profesor es «ayudar a aprender a los alumnos»
favoreciendo que se dé una comunicación que facilite la enseñanza y genere
buenas relaciones.
La globalización de la economía,
el cambio de la organización del trabajo basado en la producción en cadena a la
especialización flexible y las nuevas tecnologías, modificaron con tanta
rapidez el mundo del trabajo que los sistemas educativos han quedado rezagados
respecto de todos estos cambios. Las
características distintivas del trabajo hoy son el desempeño alternativo en
varias ocupaciones calificadas, relacionadas entre ellas y el cambio más
frecuente del lugar de trabajo. Los
jóvenes que no logran adaptarse a estas transformaciones corren serio riesgos
de quedar marginados del mercado laboral.
Y estas capacidades de adaptación y re-adaptación están totalmente
ligadas a otras capacidades: la de re-aprender y autoaprender.
Llegó
entonces el momento de reformular aquellos aspectos del sistema educativo
directamente relacionados con el sistema laboral: ya no sirve preparar a los
chicos para que puedan desempeñarse en un puesto de trabajo, hay que formarlos
para el nuevo mundo del trabajo. Y, es por eso que dentro del nivel medio
nuestra educación históricamente estuvo debatiéndose entre la propedéutica y la
finalidad de formación para el trabajo.
En la sección sobre disrupción se
ha analizado las repercusiones tanto organizativas como de desarrollo de
currículum que potencia la gestión del control de la clase por parte de un profesor.
En esta sección se revisará cómo podemos, a nivel curricular, a través de
contenidos específicos y con actividades determinadas, favorecer las buenas
relaciones, y lo que es más difícil, cómo podemos incluirlas dentro de las
programaciones. En definitiva, cómo la convivencia, la disciplina, las
relaciones interpersonales, las normas de centro pueden ser introducidas en los
programas curriculares.
Se analizarán cuatro áreas de
trabajo:
• Educación para el proceso social
del trabajo
• Habilidades para la producción
• Metodología cooperativa
• Tutoría
Todas ellas capaces de convertirse
en un libro en sí mismas, si bien la intención es presentar su utilización e
inmersión cotidiana, en el trabajo diario de cualquier profesor dentro de su
ámbito de actuación y en su asignatura.
Para el profesorado, refrendar las
metodologías como profesionales de la educación, es comunicarse unos a otros
cómo dan clase dentro del aula. Esto por desgracia no se suele hacer, y rara
vez los profesores se observan unos a otros en la práctica docente con ánimo de
aprender unos de otros. A pesar de ello, llegar a «aprender haciendo» obliga a
expresar verbalmente sus objetivos curriculares, sus principios éticos y llevar
a cabo análisis objetivos de la situación de su centro más allá de la
percepción individual de cada profesor.
En las Programaciones Curriculares
de las diferentes etapas, los Proyectos Curriculares fijan objetivos comunes
que, a través de los «criterios de evaluación» deberían constituir un trabajo
integrador de los equipos de profesores. Aun siendo esto lo estipulado por
normativa, no quiere decir que de hecho se lleve a la práctica con todo rigor.
Los profesores se aúnan y pactan trabajos conjuntos debido a muchas variables:
amistad, cercanía de áreas, intereses comunes, porque hay que hacerlo,
programaciones conjuntas, etc. Crear un clima de trabajo conjunto supone
favorecer las relaciones interpersonales y vincular intereses profesionales, romper
estereotipos y favorecer la convivencia. El desarrollo curricular es un
excelente instrumento para aunar criterios comunes en cuanto a metodologías a
seguir, temas a tratar y formas de hacer dentro del aula (gestión de aula).
Educación para el proceso social del trabajo
El desarrollo participativo de unos
principios de convivencia nos plantea la necesidad de introducir procedimientos
que plasmen los valores en acción. También nos obliga a definir la «educación
para el trabajo», que se quiere abordar, y no dejarla subordinada al currículum
oculto de toda escuela.
Es importante destacar que en la
última década se han brindado un cúmulo de oportunidades para profundizar sobre
los valores de “aprender haciendo”, actitudes y normas dentro del currículum en
las diferentes áreas. Así la transversalidad aporta un marco idóneo para
trabajar los valores, si bien formula problemas metodológicos y promulga la
necesidad de la interdisciplinaridad que no siempre se ha sabido abordar desde
la tarea del día a día.
Un primer análisis nos obliga a
preguntarnos:
a) ¿Qué entendemos por valores del
trabajo?
El valor del trabajo se entiende
como el trabajo, colaboración y
aceptación de la cooperación para lograr
los objetivos del grupo. Es cumplir y
ayudar a lograr lo que se propone inspira a los estudiantes; no los cansa.
Mantener en buen estado las cosas, es respetar el trabajo de quienes las
hicieron. Disfrutar del trabajo, no sufrir. No desperdiciar el tiempo, ser
cuidadoso y evitar distraer a los demás de sus ocupaciones.
b) ¿Cómo desarrollamos los valores
para el trabajo dentro de nuestro currículum?
El proceso de aprendizaje exige
constantemente un ir y venir aprehendiendo a la vez la práctica y la
teoría. Es muy importante que la
escuela se articule con el mundo productivo, pero no se debe olvidar que por
definición responde a dos lógicas diferentes, la lógica educativa y la lógica
productiva. La lógica educativa tiene
por finalidad transformar a nuestros adolescentes en ciudadanos; en cambio la
lógica empresaria está centrada en la producción, aún en los casos en los
cuales además de la producción apuesten a la formación de nuevos
trabajadores. Las relaciones con las
representaciones del poder son distintas; y, es justamente en este salto
cuanti-cualitativo en donde debemos hacer inacapié en la adquisición de
competencias.
El trabajo cambió. Hoy para trabajar no solo se requieren más
conocimientos y competencias sino que también se necesitan predisposiciones y
actitudes. Es importante aprender a
trabajar en equipo y tener noción del conjunto. No va más aquella concepción del trabajo en
cadena donde la producción se parcializaba y cada uno era especialista de su
parte, pero ninguno podía resolver problemas planteados en el resto, ni tenía
conocimientos de la totalidad del producto.
La escuela aún debe cambiar en el desarrollo de estas predisposiciones y
actitudes, jerarquizando las tareas de investigación con evaluación grupal y
preparando al adolescente a visualizar el camino que une la teoría con la
práctica a través de situaciones problemáticas, sencillas y eficaces por el
poder de simbolización y de interiorización subjetiva.
Según Rokeach, (1973) citado por
Muñoz Sedano (1995): «El valor es una creencia duradera de que un especifico modo
de conducta o un estado final de existencia es personal y socialmente
preferible a otro modo de conducta o estado final de existencia opuesto o
contradictorio».
Así pues, los valores llevan a
hacer que un individuo actúe de una ironía u otra. De igual forma estos son
perdurables, como mantiene Escámez y Ortega (1986):
«Aunque el valor
tenga su origen en una influencia social es aquello que la persona ha adoptado,
elaborado y apropiado a partir de su inmersión social...Los valores son siempre
una concepción personal de algo que es preferible para uno mismo o para el
colectivo social.».
Estos autores nos muestran los dos
aspectos cruciales de los valores; su componente social y personal. La voluntad
del individuo es la que en definitiva determinará actuar acorde con tal o cual
valor. Se plantean, sin embargo, ciertas dificultades dentro de la escuela al
comunicar valores como explica Bolívar (1995):
El Estado a
través del proceso educativo creará las condiciones y oportunidades,
estimulando la formación técnica, científica, tecnológica y humanística de los
trabajadores y trabajadoras, para asegurar su incorporación al proceso social
de trabajo, en puestos de trabajo dignos, seguros y productivos, que garanticen
el bienestar del trabajador, la trabajadora, sus familias, comunidades, y orientados al desarrollo integral de la Nación. (LOTT, Art. 299)
Los jóvenes tienen el derecho y el
deber de ser sujetos activos del proceso de desarrollo nacional. El Estado, con la participación solidaria de
la familia y la sociedad creará, oportunidades para estimular su tránsito
productivo hacia la vida adulta y en particular para su educación e inclusión
en el proceso social de trabajo como estudiante, aprendiz, pasante, becario o
becaria, trabajador o trabajadora. (LOTT, Art. 300).
La Ley Orgánica de Educación considera como valores
fundamentales: el respeto a la vida, el amor y la fraternidad, la convivencia
armónica en el marco de la solidaridad, la corresponsabilidad, la cooperación,
la tolerancia y la valoración del bien común, la valoración social y ética del
trabajo, … (Art. 4).
El modelo prescriptivo curricular
nos brinda el desglose de los contenidos en conceptos, procedimientos y
actitudes, estando estas últimas íntimamente ligadas a los valores. La actitud es
la predisposición comportamental o reacción adquirida del sujeto hacia un
objeto o situación social. Escámez y Ortega (1986) distinguen cuatro categorías
dentro de las predisposiciones;
1. Afectivas referidas a los
sentimientos.
2. Ideas, creencias y opiniones.
3. Intención.
4. Comportamiento o acto
observable.
Uno de los grandes desafíos está
en cómo se transforma un sistema educativo formal y una formación profesional
(ya que no solo la formación técnica) pensados para la primera mitad de este
siglo, en una propuesta que sirva para el siglo presente. Y más difícil es aún conseguir que esa
transformación se dé con equidad y no sea otro mecanismo de segmentación como
los que corren peligro de ser muchas de las modificaciones del mercado laboral.
Habilidades para la producción
Aprender Haciendo significa que se
enseñan teorías y se asisten para que las descubras. El aprendizaje será en
condiciones lo más cercanas a las que existen en el mundo laboral, de modo que se
adquiere las competencias que necesitan las empresas y se llegue a ellas para ser productivo desde el
primer día.
El Estado garantiza el desarrollo
socio-cognitivo integral de ciudadanos y ciudadanas, articulando de forma
permanente, el aprender a ser, a conocer, a hacer y a convivir, para desarrollar armónicamente los
aspectos cognitivos, afectivos, axiológicos y prácticos, y superar la
fragmentación, la atomización del saber y la separación entre las actividades
manuales e intelectuales. (LOE, Art. 6).
A pesar de tener estos principios
establecidos, la realidad educativa es otra, los ambientes de actuación no
tienen las condiciones apropiadas para el desarrollo productivo enmarcados en
“aprender haciendo”, se ha avanzado muy poco en esta forma de aprendizaje. La
educación tradicional en el aula donde los estudiantes son seres pasivos,
sentados siguiendo instrucciones conductistas ha dado como resultado un alto
nivel de desmotivación e insignificación del proceso de aprendizaje. Si los
estudiantes en marcha exploran y descubren sus propios conocimientos,
orientados por el docente sabrán cómo aplicar los conocimientos para la
producción de invenciones, se hablaría de otros resultados, porque se estaría
preparando a los jóvenes para incorporarlos en el mercado laboral.
La
Ley Orgánica del
Trabajo establece un proceso de pasantías para los estudiantes, la cual
establece la forma de participación en el proceso social de trabajo que realiza
un o una estudiante como parte de su formación. El o la pasante efectúa esta
actividad para aplicar los conocimientos adquiridos, comprobarlos y generar
nuevos conocimientos bajo la orientación de un tutor o tutora, durante un
tiempo determinado y un programa de formación específico. No se considerará
relación de trabajo la establecida entre el o la pasante y la entidad que lo
admite, lo que no impide el otorgamiento de una beca o aporte económico para
facilitar su formación en el proceso social de trabajo. (Art. 306).
Sin embargo, el proceso de
pasantías es muy corto para lograr una formación específica. Se deben involucrar
a todos los estudiantes de los diferentes subsistemas de estudios: secundaria,
media, diversificada y nivel universitario. En cada periodo académico los
estudiantes deben comenzar a explorar el mundo productivo para ir desarrollando
sus habilidades y el marco teórico obligatorio pueda ser significativo en el
aula.
Aprender Haciendo no es sólo un aprendizaje
por experimentación. Para Aprender Haciendo se necesitan unas premisas:
Ø Se aprende más cuando hay voluntad por aprender,
cuando se quiere aprender.
Ø Se aprende más cuando me propongo metas, más allá
de la calificación.
Ø Se aprende más cuando hay interés por la materia,
su contenido despierta mi curiosidad y veo su aplicación práctica.
Ø Se aprende más cuando no tengo miedo al fracaso,
asumo mis equivocaciones porque me ayudan a abrir nuevos caminos.
Ø En definitiva, es aprender del mundo real, es una
aplicación directa y práctica de la teoría, que es necesaria pero no es lo
único.
El modelo curricular venezolano
debe impulsar este aprendizaje para lograr un impacto positivo en el proceso de
aprendizaje de los estudiantes que integran los diferentes niveles educativos
de nuestro sistema venezolano.
UN NUEVO ESTILO DE APRENDIZAJE: EL APRENDIZAJE
COOPERATIVO
Actualmente el trabajo en equipo,
el intercambio entre iguales, la cooperación se encuentra en la base de
cualquier enfoque educativo innovador.
En el ámbito escolar, para que
niños o jóvenes interactúen constructivamente entre ellos, se sabe que no basta
con colocarles unos junto a otros y permitirles que se relacionen, hecho básico,
sino que se necesita la aplicación de técnicas, procedimientos y estrategias
que potencien el desarrollo de las relaciones interpersonales.
En este contexto aparece claramente
la necesidad de cooperación entre la escuela y el sector productivo; la empresa es el lugar
de la tecnología y la producción, el eslabón entre la tecnología y el mercado,
el espacio organizacional en que se definen los perfiles ocupacionales. Es
también sede privilegiada del aprendizaje en el trabajo. La escuela es la institución educativa que quiere y debe
proveer las competencias técnicas generales y específicas que necesitan de una
formación teórica y aplicada de mediana duración.
El aprendizaje cooperativo, es
precisamente un enfoque de la enseñanza basado en la influencia de la
interacción social. En general, el estudiante está más acostumbrado a recibir ayuda
de los adultos y pocas veces tienen la oportunidad de comprobar su propia
eficacia produciendo sus propias ideas, desarrollando sus propias habilidades,
y de mejorar con ello su autoestima.
También se debe recordar que la
cooperación es un principio que puede garantizar un proceso de enseñanza más
creativo, sólido y enriquecedor, si, de verdad, profesores y alumnos se
implican.
Este aprendizaje no se adquiere
espontáneamente en las interacciones sociales sino que requiere un lento
aprendizaje, una concepción pedagógica y una organización del centro escolar que
permita oportunidades para formarse en el diálogo, el intercambio, el respeto a
la diversidad, y, a la vez, exige un cambio en el papel del profesor en el
aula.
Las funciones que se asignan al
profesor son las siguientes:
• Enseñar a cooperar de forma
positiva.
• Observar 1° que sucede en cada
grupo y con cada alumno.
• Prestar atención a cada equipo
para resolver los problemas que puedan surgir.
• Proporcionar a los alumnos el
reconocimiento y oportunidad de comprobar su propio progreso.
Características del
aprendizaje cooperativo
Siguiendo a Díaz Aguado (1994,
1997) podemos señalar diversas características de este nuevo estilo de
aprendizaje:
• Aumenta la cantidad de
interacción con los compañeros que los alumnos mantienen en la escuela.
• Proporciona una interacción
diferente que surge en los contextos informales y aumenta la variedad de
experiencias que favorecen el desarrollo de la personalidad de cada alumno.
• Asegura que todos los alumnos se
relacionen de forma positiva con sus compañeros, incluidos los que
habitualmente no lo consiguen en los contextos informales.
• Posibilita el reconocimiento de
la colaboración como objetivo educativo, hecho que lleva a considerar el
aprendizaje cooperativo como un fin en sí mismo.
• Complementa otras formas de
aprendizaje.
• Legitima la conducta de pedir y
proporcionar ayuda, mejorando así la propia autoestima y el sentido de
autoeficiencia.
• Crea una situación en la que la
única forma de alcanzar las metas personales es a través de las metas del
equipo.
• Permite modificar la estructura
de la evaluación e igualar al máximo las oportunidades de éxito y
reconocimiento para todos los alumnos.
• Favorece el aprendizaje
observacional, la ampliación de las fuentes de informantes, la atención
individualizada, sobre todo, a los alumnos que más lo necesitan, la asimilación
y reorganización de lo aprendido de forma más significativa.
Tipos de aprendizaje
cooperativo
Las distintas técnicas de
aprendizaje cooperativo difieren en muchos aspectos, pero presentan
procedimientos con características comunes según apunta Vallés (1996):
• División de la clase en equipos
de aprendizaje de cuatro a seis miembros, generalmente heterogéneos en
rendimiento y, manteniéndose estable a lo largo de cierto tiempo.
• Ayuda mutua de todos los miembros
del equipo para llevar acabo la tarea encomendada.
• Recompensa del rendimiento
obtenido como consecuencia del trabajo grupal.
Las técnicas más conocidas son las
siguientes: equipos de aprovechamiento, torneos de equipo, trabajo individual
asistido, grupos cooperativos, rompecabezas, grupos de investigación.
Una útil práctica de estos
procedimientos se puede encontrar en el capítulo cuarto de «Técnicas de
cooperación y educación en la tolerancia», del libro Tolerancia en la escuela
(Ortega y otros, 1996).
Aspectos esenciales que
configuran los grupos de aprendizaje cooperativo
• La interdependencia positiva
favorecida por la propia organización del aula y por las mayores oportunidades
de hablar, discutir y relacionarse.
• El reconocimiento y práctica de
habilidades interpersonales: ponerse en el punto de vista del otro, sentir cierta
empatía, saber escuchar ponerse en el lugar del otro, sentir responsabilidad
social, etc.
• La evaluación compartida, basada
en el rendimiento obtenido como consecuencia de trabajo del grupo, que
proporciona una identidad grupal y un éxito conjunto.
• La existencia de diferentes
papeles dentro del grupo: dar y recibir ayuda, planificación, dirección y
organización del trabajo, para así hacer posible la autoestima de cada uno.
• La atención a los procesos
grupales que aparecen: la cohesión, la percepción de cada uno en relación al
grupo, la implicación de todos en la tarea, la responsabilidad social.
Requisitos para el
funcionamiento efectivo de los grupos de aprendizaje cooperativo
Según Johnson y Johnson (1972) son
fundamentales los siguientes requisitos:
• Compartir una suerte común.
• Esforzarse por conseguir
beneficios recíprocos.
• Trabajar en una perspectiva a
largo plazo.
• Compartir una identidad de grupo,
e incluso como individuos dentro del mismo-
• Tener obligaciones,
responsabilidades y tareas recíprocas.
Pueden formularse muchas líneas
orientadoras para una eficaz aplicación de este nuevo estilo de aprendizaje. Se
recogen algunas de ellas:
• Incluir este aprendizaje como una
actividad académica complementaria de otras actividades de aprendizaje y,
también, decidir los objetivos académicos y las metas en cuanto a la
colaboración.
• Abordar cualquier terna con este
procedimiento.
• Formar los equipos heterogéneos
en género, nivel de rendimiento, estructura de razonamiento socio-moral, facilitando
la interdependencia positiva.
• Dividir el material en tantas
secciones como miembros tiene cada equipo. Conviene que los materiales estén
suficientemente adaptados al grupo.
• Dejar claro qué criterios se van
a seguir para la evaluación.
• Explicar la tarea académica,
asegurándose de que los alumnos comprendan qué tienen que hacer.
• Enseñar habilidades de
cooperación.
• Fijarse, particularmente en la
conducta de cada alumno.
• Proporcionar ayuda en la tarea,
siempre que se pida.
• Algunos profesores manifiestan
reparos a la utilización de estas técnicas por diferentes motivos, algunos de
los miedos y recelos son: (Curwin y Mendler, 1988, pág. 176):
1. Algunos alumnos hacen la mayoría
del trabajo mientras que el resto se mantendrá periférico a la tarea.
2. Algunos grupos acaban antes que
otros y se produce un ambiente de inquietud mientras que finaliza el resto.
3. Es difícil poner notas
individuales a actividades en grupo.
4. Hay gran potencial para que el
alumnado se despiste y dediquen su tiempo a socializar.
5. Es difícil supervisar los
diferentes grupos-
6. Requiere demasiado tiempo. Se
puede presentar la misma información en un breve período de tiempo con otras
técnicas de instrucción.
Todas ellas son legítimas y
sentidas por un amplio segmento del profesorado. Sin embargo, con una
planificación cuidadosa y un control cercano de la actividad, la mayoría de
estos recelos se disipan. Ello implica que ha de prestarse especial atención a
diferentes aspectos estructurales:
El número de participantes en cada
grupo es correcto, el tiempo es adecuado, las instrucciones son claras, el
final de la tarea lleva a algún producto final, el proceso de discusión dentro
del grupo toma relevancia y por último como elemento fundamental, la actividad
cooperativa tiene un antes y un después dentro del currículum, está integrada
dentro de la programación.
La tutoría
Hablar de tutoría actualmente,
teniendo como marco de referencia la
LOE y LOTT, se convierte en inexcusable responsabilidad
personal y colectiva.
Resultaría útil releer y reconocer
las orientaciones propuestas por el Estado, con el fin de valorar su actualidad
y conveniencia, así como a las implicaciones a las que nos ha conducido.
La educación es un derecho humano y
un deber social fundamental concebida como un proceso de formación integral,
gratuita, laica, inclusiva y de calidad, permanente, continua e interactiva,
promueve la construcción social del conocimiento, la valoración ética y social
del trabajo, y la integralidad y preeminencia de los derechos humanos, la
formación de nuevos republicanos y republicanas para la participación activa,
consciente y solidaria en los procesos de transformación individual y social,
consustanciada con los valores de la identidad nacional, con una visión
latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal. (LOE, Art.
14).
La disposición de los directivos y docentes
responsable de la formación en las diferentes
líneas de trabajo siguen siendo elementos fundamentales para una acertada
comprensión de lo que encierra en sí la acción tutorial y hacia qué horizontes
se remite. Esos ámbitos de acción cumplen un doble papel: de desarrollo de la
madurez de los estudiantes con un valor productivo personal y grupal y de integración e inserción laboral.
Toda producción intelectual que se
genere en el proceso social de trabajo se regirá por las leyes que regulan la
materia, bien sean: obras del intelecto o actividades conexas, invenciones,
diseños industriales o marcas. Dicha producción intelectual deberá estar fundada
en sólidos principios éticos, científicos, técnicos y tecnológicos para el
pleno desarrollo, la soberanía y la independencia del país. (LOTT, Art. 321).
Uno de los grandes desafíos está
en cómo se transforma un sistema educativo formal y una formación profesional
(ya que no solo la formación técnica) pensados para la primera mitad de este
siglo, en una propuesta que sirva para el siglo presente. Y más difícil es aún conseguir que esa
transformación se dé con equidad y no sea otro mecanismo de segmentación como
los que corren peligro de ser muchas de las modificaciones del mercado
laboral.-
Uno de los elementos para
garantizar esto es pasar de las calificaciones a las competencias: no alcanza
con dominar una ocupación específica; lo que esta en juego es la capacidad de
aprendizaje rápido de una variedad de tareas, que un operario pueda tomar
decisiones con cierta autonomía y resolver los problemas que se le presentan,
sin necesidad de pedir ayuda a un superior.
Por eso son cada vez más importantes las competencias básicas, ésas que
requieran quizás menos destrezas manuales y capacidades operativas, pero exigen
más capacidad de abstracción, de pensamiento lógico. Debemos transformar las instituciones para
que dejen de ser instituciones de enseñanza enciclopedista, sólo de contenidos,
para pasar a ayudar en las competencias de aplicación, volver relevantes
aquellas situaciones problemáticas en las que hay que controlar la
incertidumbre.
Existe consenso
actualmente acerca de que la formación para el trabajo no es solamente el
aprendizaje rutinario de un oficio como podría pensarse en algunos casos de
formación vocacional tradicional, sino que implica una base de competencias
básicas comunes como por ejemplo: expresión oral y escrita, capacidad de
solucionar problemas aplicando la matemática, de evaluar la información, de
comunicarse y entender consignas, de administrar su tiempo y trabajar en equipo
(SCANS, 1992). A ello se agregan conocimientos y 3 habilidades más específicas según el tipo
de calificación y ocupación, que aplicados en la tarea cotidiana generan
competencias tecnológicas, criterios de decisión y aplicación, que unen valores
éticos, conocimientos humanísticos y científicos, y por último, capacidad de
respuesta a la incertidumbre – no de aplicar recetas – que acarrean los
continuos cambios en la producción y en las relaciones sociales (Zarifian,
1999).
Este conjunto de competencias se desarrolla en
distintos ámbitos: en la educación formal, básica, secundaria y superior; en la
capacitación específica de cursos y actividades educativas no formales; y
finalmente en el aprendizaje en el trabajo realizado en el desempeño de la
ocupación asignada. En ese desempeño se aplica el conocimiento adquirido y se
toman decisiones, desarrollando competencias que integran lo aprendido en los
demás ámbitos y suman nuevas calificaciones. Este camino no es unidireccional,
sino recurrente, pues a lo largo de la vida es conveniente volver a transitar
por los diferentes ámbitos para ponerse al día con las nuevas realidades de la
organización del trabajo y el desarrollo científico-tecnológico.
Hay acuerdo en que las competencias básicas y
generales se desarrollan mejor y a menor costo en la educación básica y media
general (Labarca, 1996). Pero llega un momento en la vida de las personas en
que la formación tiene que definirse y especializarse, sea en una formación
profesional básica para ingresar en el mercado de trabajo con ciertas
calificaciones, sea en una formación técnica profesional de mediana o larga
duración. Los conocimientos y competencias necesarios para el desempeño en
ocupaciones intermedias de la industria y los servicios en el mundo moderno
exigen especialización y polivalencia, y por lo tanto sumar el aprendizaje de
conocimientos específicos (físicos, químicos, matemáticos) y el desarrollo de
aplicaciones (neumática, hidráulica, informática) aplicables en una
multiplicidad de situaciones. Este es el ámbito de la educación técnica, de
varios años de duración empleados en la adquisición gradual y encadenada de
conocimientos y habilidades, así como la formación profesional básica lo es de
la capacitación no formal. Sin embargo conviene dejar constancia que esta
división que parecía muy clara tiende a difuminarse.
Por consiguiente, la creciente globalización, producto
de la apertura de los mercados y el desarrollo de las nuevas tecnologías, ha
impactado las formas de organización del trabajo y la producción. Lo que
provoca cambios fundamentales en los programas de formación e investigación de
nuestro sistema educativo de cara al siglo XXI.
Las implicancias de la globalización
y los cambios tecnológicos, sobre la formación de recursos humanos, hacen
necesaria una reforma de la educación, con el propósito de alcanzar niveles de
excelencia en la formación de los futuros trabajadores que requieren las
empresas y las instituciones del sector público y privado.
La mundialización de la economía se caracteriza por
la búsqueda de una mayor competitividad en los mercados de bienes y servicios,
incluyendo los financieros y el acelerado cambio tecnológico en la base técnica
de la producción (tecnología dura), pero sobre todo en la forma en que se
organiza y administra esta producción (tecnología blanda), para
la cuál es determinante la información y formación de nuevos
conocimientos. La globalización, por un lado, impacta la macroeconomía de los
países: modificando la inflación, tipos de cambio o las finanzas públicas en cuestión
de segundos, pero en otro sentido ha generado la movilidad mundial del trabajo
y, en consecuencia, el intercambio de información y conocimientos entre
personas y empresas; por lo que uno de los mayores retos de la escuela es
formar trabajadores con los conocimientos y habilidades necesarios para ser
competentes en el entorno global.
La globalización demanda individuos, empresas,
instituciones, sociedades, elevar la calidad en sus servicios y productos y una
mayor competitividad en sus resultados. La escuela no puede ser ajena a las
nuevas demandas, ni a las crecientes necesidades sociales acentuadas con la
globalización económica. Es por ello es urgentes revisar, actualizar y reestructurar
los planes de estudios, los currículos para que realmente respondan a las
necesidades de la realidad.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICA
Ø LOTT
Ø LEY ORGÁNICA DE EDUCACIÓN. VENEZUELA