REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL
LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “EL MACARO”
CENTRO DE ATENCIÓN SAN JUAN DE LOS
MORROS
LENGUA Y LITERATURA
COHORTE 2011-2
OBJ 4
ANALIZAR LA LITERATURA VENEZOLANA EN EL
CONTEXTO INTERNACIONAL Y ESPACIO URBANO MODERNO
FACILITADORA:
PROF. JOSEFA CONTRERAS
PARTICIPANTE:
GARCIA R., YOLY I.
FEBRERO, 2015
CONTENIDO
LA LITERATURA
VENEZOLANA A TRAVÉS DE LOS AUTORES VENEZOLANOS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y
EL DESARROLLO DE LA LITERATURA VENEZOLANA EN EL ESPACIO URBANO MODERNO
Mariano Picón Salas decía que el siglo XX en Venezuela empezaba
después de la muerte de Gómez, después de 1935. Esta es una de esas frases que
en cierto modo más que de la realidad a la que apunta, dice de la perspectiva
desde la cual se está mirando esa realidad. Para toda una falange de
intelectuales que vivieron su periodo de formación y adolescencia durante la
dictadura de Juan Vicente Gómez, se hacía necesario denunciar las ominosas
condiciones de castrador aislamiento que un régimen oprobioso hizo vivir al
país.
Desde una
perspectiva contemporánea, sin embargo, es interesante estudiar otro aspecto de
esa misma situación de conjunto: aquél que nos muestra cómo las contingencias
negativas impuestas no pudieron impedir que los tormentosos y vitales vientos
de la contemporaneidad fertilizaran los espíritus de la intelectualidad venezolana
de esos años y cómo, pese a todo, no se rompió ni se congeló la dinámica de la
historia cultural.
El estudio
de la formación y desarrollo de las ideas de vanguardia literaria en Venezuela
puede contribuir, en nuestros días, a demostrar que aun en las peores
condiciones cada pueblo busca siempre los caminos no sólo para mantener la
continuidad de su cultura sino también desarrollar la participación en el
diálogo con la contemporaneidad histórica.
El
principio básico que subyace en este trabajo es el de que estudiar cualquier
aspecto de la producción literaria en nuestro continente sólo puede legitimarse
en la medida en que pretendo contribuir al conocimiento de nuestra realidad y a
un diseño más objetivo y complejo de nuestra fisonomía.
En el caso
de la literatura de vanguardia que se desarrolla después de la primera
postguerra, la perspectiva de estudio que ha dominado en nuestro continente es
la que busca establecer, a partir de los cánones de las tendencias
vanguardistas europeas, la presencia de elementos futuristas, cubistas,
expresionistas, dadaístas, etc., en las letras hispanoamericanas. El estudiar
las vanguardias en América a partir de estos parámetros puede contribuir a
establecer lo que de europeo pueda haber en nuestra literatura; pero lo que una
crítica renovadora se debe proponer es determinar y organizar en un perfil de
conjunto las diferencias más bien que -o por lo menos tanto como- las
semejanzas.
De este
modo, al examinar cómo se hace propia y diferenciada una determinada tendencia
internacional, al establecer una sintaxis de las diferencias, por así decirlo,
se hará posible determinar mejor aquellos elementos, factores y fuerzas que
constituyen los nódulos de una personalidad histórico-cultural específica.
Metodológicamente
el proceso de comprensión histórico-literaria -aparte de la
puesta en relación del fenómeno literario con los factores [19] históricos generales y determinantes- implica intentar establecer la
dialéctica de tres variables: la nacional (en este caso, la vanguardia
venezolana), la continental (en este caso limitada a la hispanoamericana) y la
europea (fundamentalmente por el peso y prestigio internacional que ha tenido).
Al
prescindir de un modelo de «literatura de vanguardia» -dado
que sólo se podría obtener por ahora a partir de la europea- se ha tratado de
hacer un análisis inductivo de los elementos de reacción al Modernismo
literario en Venezuela, para tratar de vincularlos entre sí y ver su potencial
productivo en una perspectiva de desarrollo, y al mismo tiempo su eventual
articulación con el conjunto del «arte nuevo», o la «nueva sensibilidad» que se
estaba gestando en otros países del continente. Probablemente esto haga que el
estudio tenga una marcada apariencia de sequedad erudita y documental; esto es
producto por una parte de un intento de contribuir a establecer las fuentes que
permitan la confrontación de las hipótesis y un eventual diálogo, y por otra
del deseo de eludir la irónica observación del mismo Picón Salas que cuestiona
el tono hímnico con que suele escribirse la historia.
Aquiles Nazoa
Este
periodista, poeta y humorista nació el 17 de mayo de 1920 en la barriada
caraqueña de El Guarataro, en una familia muy humilde. Sus padres fueron Rafael
Nazoa, quien era jardinero, y Micaela González. Sus primeros estudios los llevó
a cabo en el Colegio "El Buen Consejo", bajo la guía del padre Julián
Fuentes Figueroa. Nazca se vio obligado a comenzar a trabajar a los 12 años
para ayudar a su familia, por lo que completó su formación de manera
autodidacta. Así se desempeñó primero como carpintero, telefonista y botones
del hotel Majestic de Caracas. Tres años después ingresó al diario caraqueño El
Universal, donde trabajó como empaquetador, archivista de clisés y,
posteriormente, como tipógrafo y corrector de pruebas. Paralelamente en 1938,
logró obtener un puesto como guía en el Museo de Bellas Artes, gracias a que
aprendió a leer francés e inglés. Fue corresponsal en Puerto Cabello de El
Universal, y un artículo suyo en el que criticaba la actuación de las
autoridades en la erradicación de la malaria, le valió una demanda del Concejo
Municipal de Puerto Cabello por difamación e injuria, y un período en prisión
en 1940. Tras recuperar su libertad, volvió a la capital venezolana. Allí
empezó su camino en la radio en la emisora Radio Tropical, y continuó con una
columna en El Universal titulada Por la misma calle. En esa misma época, pasó
también a formar parte del equipo del diario Últimas Noticias como corrector de
pruebas y reportero telefónico, y surgió su célebre seudónimo Lancero, con una
sección llamada A punta de lanza dedicada a sus poemas humorísticos.
Igualmente,
resaltó sus capacidades humorísticas en el semanario satírico El Morrocoy Azul,
bajo el seudónimo Jacinto Ven a Veinte, y publicó Aniversario del color,
poesías y Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento
de gotas de agua, que consistía en una serie de poemas infantiles en prosa. En
1943 se inició como colaborador del diario El Nacional, y de las revistas Élite
y Fantoches. Viajó a Colombia en 1944, donde pudo participar en la revista
Sábado con cierta regularidad, y luego se trasladó a Cuba. A su regreso a
Venezuela publicó el libro El transeúnte sonreído, que incluyó dos de sus
poemas más recordados Balada pesimista y Anotaciones de un aburrido. A finales
de la década de los ‘40 ganó el Premio Nacional de Periodismo en la
especialidad de escritores humorísticos y costumbristas.
Se
dice que en esos años se inscribió en el Partido Comunista. En 1950, salieron
dos libros suyos El Ruiseñor de Catuche y Marcos Manaure, idea para una
película venezolana, el cual contó con el prólogo de Juan Liscano. Cuando El
Morrocoy Azul fue controlado por el gobierno, Nazoa y los demás periodistas
pasaron a trabajar en la revista humorística El Tocador de las señoras. No
obstante, la situación política se hizo cada vez más difícil, y no tuvo otra
opción que exiliarse. Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, retornó a
Venezuela y comenzó a participar en la revista Dominguito, fundada en febrero
de 1958 por Gabriel Bracho Montiel. Un año después, desarrolló con su hermano
Aníbal Una señora en apuros, que fue una interesante publicación humorística de
poca vida. Lo mismo sucedió con El Fósforo, del cual fue editor. Durante esos
años, produjo una gran cantidad de obras como Caperucita criolla, Diez poetas
venezolanos contemporáneos, Cuentos contemporáneos hispanoamericanos, Poesía
para colorear, El burro flautista, Los dibujos de Leo y Caballo de manteca.
Aparte
de su labor poética, Nazoa escribió una serie de libros entre los que se
cuentan el ensayo Cuba, de Martí a Fidel Castro de 1961; Caracas, física y
espiritual; y Humorismo gráfico en Venezuela. Para 1970 salió Humor y amor de
Aquiles Nazoa, una compilación de sus mejores obras, y Retrato hablado de
matapalo. En los años siguientes la literatura venezolana se nutrió con
trabajos como Venezuela suya, Los sin cuenta usos de la electricidad, Gusto y
regusto de la cocina venezolana, Vida privada de las muñecas de trapo, Raúl
Santana con un pueblo en el bolsillo, Genial e ingenioso: La obra literaria y
gráfica del gran artista caraqueño Leoncio Martínez y, finalmente, Aquiles y la
Navidad.
En
esos años, se dedicó a dictar charlas y conferencias, y tuvo un programa de
televisión titulado Las cosas más sencillas. Además, llevó al teatro varias
obras humorísticas con gran éxito. Aquiles Nazoa falleció en un accidente de
tránsito en la autopista Caracas-Valencia el 25 de abril de 1976. Con la
iniciativa de Pedro león Zapata, se creó en marzo de 1980 en la Universidad
Central de Venezuela, la cátedra libre de humorismo Aquiles Nazoa.
Andrés Eloy Blanco
Nació
en Cumaná (Edo. Sucre) el 1 de agosto de 1896 y murió en Ciudad de México el 21
de mayo de 1955. Andrés Eloy Blanco fue poeta, ensayista, dramaturgo, orador y
político. Pasó sus años de infancia en Margarita; luego estudió en el Colegio
Nacional de Caracas, para ingresar luego a la Universidad Central de Venezuela
donde obtuvo, en 1918, el título de abogado. Blanco formó parte de los hechos
de la semana del estudiante de 1928 contra el gobierno de Juan Vicente Gómez, lo
cual le mereció la cárcel: primero La Rotunda, en Caracas; luego el Castillo
Libertador de Puerto Cabello, períodos que utilizó para desarrollar su labor
como escritor (1928-1934). En 1935 es confinado a Valera, por razones de salud.
Después de la prisión, el poeta venezolano traía bajo su brazo varios libros
escritos con una nueva forma de tratar la realidad, que denominó colombismo.
Decía: "…no es una nueva escuela. Es un estado del alma. Se trata de una
actitud descubridora del poeta en contacto con la realidad americana".
Después
de la muerte de Gómez en 1935, Andrés Eloy Blanco militó en las filas del
Partido Democrático Nacional (PDN) y resultó electo presidente del Concejo
Municipal del Distrito Federal. Fue fundador del partido Acción Democrática en
1941. Blanco participó también en la fundación del semanario satírico El
Morrocoy Azul (1941). En 1945, Blanco formó parte de la Comisión Redactora de
un Código Electoral. Ese mismo año se desempeñó como Diputado por el Distrito
Federal y presidió la Asamblea Constituyente desde 1946 hasta 1947. Durante el
gobierno de Rómulo Gallegos (1947-48), Andrés Eloy Blanco fue Ministro de
Relaciones Exteriores. Cuando este fue derrocado, Blanco pasó al destierro,
primero a Cuba, luego a México, donde murió en un accidente automovilístico.
Andrés
Eloy Blanco poseía un registro verbal que iba del romancero y los poetas del
Siglo de Oro español, hasta los acentos del folklore, la leyenda y el habla del
común, combinados por un artista que conocía todos los resortes del idioma. La
obra de Blanco cosechó éxitos desde horas tempranas de su creación: el poema La
espiga y el arado recibió el premio de los Juegos Florales de Ciudad Bolívar en
1916; en 1923, recibe el primer premio en un concurso promovido por la Real
Academia Española de la Lengua, por su Canto a España, lo cual le da notoriedad
internacional. En 1921, Blanco publica su primer libro Tierras que me oyeron.
Andrés Eloy Blanco nos dejó como legado una extensa obra: Barco de piedra,
Malvina recobrada, Abigaíl, Baedeker 2000, El huerto de la Epopeya, Navegación
de Altura, La Aeroplana Clueca, Poda, Carta a Juan Bimba, Giraluna, Vargas,
Albacea de la Angustia, etc. Los restos de Andrés Eloy Blanco reposan en el
Panteón Nacional desde el 2 de julio de 1981.
Rómulo Gallegos
Nació
en Caracas el 2 de noviembre de 1884 y murió en la misma ciudad el 7 de abril
de 1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos Osío y Rita Freire Guruceaga. Rómulo
Gallegos llega a ser uno de los más prolíferos escritores venezolanos. Su vida,
dedicada a la creación literaria, cuenta unas cuantas incursiones en la
política, actividad en la que, desempeña los más altos cargos durante los
períodos más breves. En 1903, Gallegos comienza a trabajar en la redacción del
semanario Arco Iris y, en 1909, participa en la fundación de la revista La
Alborada. Sus escritos también aparecen en las páginas de El Cojo Ilustrado.
La
dictadura del General Juan Vicente Gómez obligó al caraqueño a refugiarse en
España hasta 1936, año en el que regresó a Venezuela para iniciar su actividad
de hombre público al ser designado Ministro de Instrucción Pública. En 1937,
Rómulo Gallegos es electo diputado al Congreso Nacional y, entre 1940 y 1941,
ejerce la presidencia del Concejo Municipal del Distrito Federal. En 1947,
Acción Democrática lo postula como candidato a la Presidencia de la República y
es electo Presidente Constitucional hasta que, tras diez meses en el cargo, un
golpe de Estado le condujo al exilio en México.
Gallegos debutó como narrador con Los aventureros (1913), colección de
cuentos breves de tono realista, pero es La trepadora (1925) la obra con la que
se inicia la madurez artística del autor.
En
1929 Gallegos publicó su obra maestra, Doña Barbara, una de las novelas más
representativas de la literatura hispanoamericana. Esta obra es un potente
fresco realista en el que describe con eficacia la vasta sabana venezolana y la
vida primitiva que en ella palpita. A Doña Bárbara le siguió Cantaclaro (1934),
novela de tono lírico y sentimental, en la que se narran las peripecias de un
cantor ambulante a través de la llanura venezolana. Canaima (1935) cierra la
trilogía de las obras en las que Gallegos alcanza su mayor vigor creativo. En
años posteriores, el escritor intenta apartarse de la lucha entre la civilización
y la barbarie --tema característico de sus grandes creaciones-- para
desarrollar, entre ficciones y formas literarias, aspectos dramáticos de la
realidad venezolana. Con Pobre Negro (1937) y Sobre la Misma Tierra (1943),
Gallegos da a su obra tonos históricos y sociológicos, al sumergir a sus
personajes en ambientes bañados por radicales transformaciones políticas,
sociales y morales provocadas por acontecimientos tan variados como la Guerra
Federal o el inicio de la explotación petrolera.
En
1957, Rómulo Gallegos obtiene el Premio Nacional de Literatura y, en 1958, es
elegido, por unanimidad, individuo de Número de la Academia Venezolana de la
Lengua. Como reconocimiento a la labor literaria de este hombre de las letras
americanas, se crea el Premio Internacional de la Novela Rómulo Gallegos (1965)
y, en 1972, se funda en Caracas, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo
Gallegos (CELARG). Otras de sus obras publicadas son: El Último Solar, Los
Inmigrantes, La Rebelión, El Forastero, La Doncella y el Último Patriota,
Tierra bajo los pies.
Rufino Blanco Fombona
Este
gran escritor, ensayista, historiador y político nació en Caracas el 17 de
junio de 1874 del matrimonio entre Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona. Sus
primeros estudios los realizó en los colegios Santa María y San Agustín de la
capital venezolana. En 1889, se graduó de bachiller e ingresó a la Universidad
Central de Venezuela para estudiar derecho y filosofía; carreras que abandonó
dos años después con el fin de iniciarse en la academia militar. Participó en
la Revolución Legalista en 1892, y después viajó a Estados Unidos como cónsul
de Venezuela en Filadelfia. A su regreso, se incorporó como colaborador al
equipo de El Cojo Ilustrado, y publicó el poema "Patria", que
constituyó su primer escrito.
En
1896 se trasladó a Holanda como agregado de la Legación Venezolana, donde
permaneció durante dos años. Poco después de volver a la patria, sacó a la luz
su primer libro "Trovadores y trovas". Posteriormente, Cipriano
Castro, actuando como presidente de la República, lo nombró secretario general
del estado Zulia. Fue cónsul de Venezuela en Ámsterdam entre 1901 y 1904, y
luego ejerció el cargo de gobernador del Territorio Federal Amazonas. En ese
tiempo, estuvo en contra del monopolio del caucho que se hacía en la región,
por lo que fue encarcelado. Estando preso en Ciudad Bolívar escribió una de sus
novelas más famosas, "El hombre de hierro". Apenas recuperó su
libertad viajó a Europa. Cuando cayó Cipriano Castro, y Juan Vicente Gómez
asumió el poder Blanco Fombona fue miembro de la Secretaría de la Cámara de
Diputados. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a criticar duramente al
gobierno, por lo que fue confinado a La Rotunda por un año, y después
desterrado hasta el fin de la dictadura.
Francia
y España fueron su hogar durante los años que permaneció exiliado. En Madrid
fundó la Editorial América, y para esa época fue propuesto para el Premio Nóbel
de Literatura y asumió el cargo de Gobernador de la provincia de Almería y
posteriormente hizo lo propio en Navarra. Durante su estadía en la península
ibérica continuó escribiendo. Así, publicó "Camino de imperfección",
"El modernismo y los poetas modernistas", dos tomos de "La
novela de dos años" y "La lámpara de Aladino". Cabe destacar que
el panfleto antigomecista "Judas capitolino", de su autoría, data
también de ese período. Al retornar a América, estuvo poco tiempo en Venezuela
pues rápidamente se trasladó a Uruguay como embajador de Venezuela.
Sus
últimos años de vida los dedicó a escribir sobre Simón Bolívar. Algunos de las
obras de ese tiempo son "Bolívar y la guerra a muerte", "El
espíritu de Bolívar" y "Mocedades de Bolívar". Murió en Buenos
Aires, Argentina, el 16 de octubre de 1944. Sus restos reposan en el Panteón
Nacional desde el 23 de junio de 1975.
Teresa de la Parra
Ana
Teresa Parra Sanojo nació en París un 5 de octubre de 1889 para convertirse en
una de las más destacadas creadoras de la literatura venezolana. Incursionó en
el mundo de las letras de la mano del periodismo y escribió dos novelas que la
inmortalizaron en toda América: "Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca".
Rafael Parra Hernaiz y Isabel Sanojo de Parra, ambos venezolanos y
residenciados en París, trajeron al mundo a una niña a quien pondrían el nombre
de Ana Teresa y que años más tarde se convertiría en escritora bajo el
seudónimo de Teresa de la Parra. Cuando apenas tenía dos años de edad, fue
traída a Venezuela donde disfrutó de su infancia en la tranquila hacienda
"El Tazón", propiedad de la familia ubicada entre Tumerito y Piedra
Azul.
En
1906, a los ocho años de edad, muere el padre de Ana Teresa y su Madre decide
regresar a Europa. Isabel Sanojo de Parra se establece en España con sus seis
hijos y Ana Teresa ingresa al Colegio "Sacrè Coeur" de la ciudad de
Valencia, donde entra en contacto con las obras de escritores como Guy
Muapassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes ejercerían gran influencia
en su formación literaria. Al finalizar sus estudios en el colegio, en
1915,viaja a París, donde permanece un tiempo antes de volver a Caracas. Para
este momento ya había escrito varios cuentos bajo el seudónimo de
"Fru-Fru".
Su
regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permite recoger vivencias
que significarían una gran influencia en el desarrollo de su narrativa. Desde
su llegada al país Ana Teresa comienza a revelarse como escritora gracias a
varios artículos publicados en diferentes diarios capitalinos. El éxito de sus
cuentos y artículos, publicados en los periódicos caraqueños, la impulsa a
escribir su primera novela, el "Diario de una Señorita", título que
cambiaría momentos antes de su publicación por el de "Ifigenia". En
1924, esta obra, editada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, obtuvo el
primer premio en un concurso literario de la Ciudad de París, auspiciado por el
Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa. En 1927, Ana Teresa viaja a
Cuba para representar a Venezuela en la Conferencia Interamericana de
Periodistas. En la reunión dio un discurso sobre "La Influencia Oculta de
las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar". De la isla pasa
a Colombia para dictar en Bogotá tres Conferencias sobre "La Importancia
de la Mujer en la Colonia y la Independencia".
Ana
Teresa viaja nuevamente a Europa, donde inicia su segunda Novela "Memorias
de Mamá Blanca", la cual publica en París en 1929. Ese mismo año regresa a
Venezuela pero su permanencia en el país fue corta debido a que contrae
Tuberculosis y regresa a Europa, donde se interna en un sanatorio en Suiza. Poco
antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para morir en paz. Fallece
en la capital española el 23 de abril de 1936.
Cabe
destacar que tenemos a Rómulo Gallegos, el autor de Doña Bárbara (1929),
escritor universal, nominado al Premio Nobel de Literatura en 1954, a Teresa de
la Parra, una de las escritoras más importantes de América, autora de la
célebre Ifigenia (1924), también tenemos a Arturo Uslar Pietri, autor de Lanzas
coloradas (1931), Premio Príncipe de Asturias, a Miguel Otero Silva, autor de
la célebre Casas muertas (1955), todas joyas de la literatura hispanoamericana.
Por
otra parte, Venezuela tiene una de las literaturas más fascinantes de entre
siglos (XX y XXI) de toda América Latina, su época más prolífera se
circunscribe entre las décadas de 1920 y 1960, con la llegada de la Vanguardia,
posteriormente, con la época de las guerrillas y el auge de la izquierda
política, entonces, la literatura venezolana volcó su temática hacia estos
fenómenos sociales (la libertad, la lucha armada, la rebeldía universitaria, etc.).
Pero
después de 1980 hasta la actualidad, los grupos literarios reaccionarios
estético-artísticos, como El techo de la ballena (1949-1969), entre otros
grupos, desaparecieron, y en su lugar surgió una literatura alienada,
nostálgica, nihilista, sumamente personalista, con temáticas como el engaño, la
traición, el desamor, la soledad, la locura y la sexualidad, atrás quedaron los
temas reaccionarios, la guerrilla, las drogas, los burdeles, las conspiraciones
políticas, que engrosaron las páginas de las obras de nuestros escritores de la
época.
A
continuación te presentamos a los escritores y las obras más emblemáticos de la
literatura contemporánea venezolana, esta selección no incluye a Gallegos, De
la Parra, Uslar Pietri ni Otero Silva:
-Enrique Bernardo Núñez, Cubagua (Novela,
1930), esta novela inauguró el Realismo Mágico latinoamericano.
-José
Antonio Ramos Sucre, La torre de timón (Poesía, 1925)
-Julio
Garmendia, La tienda de muñecos (Cuentos, 1927), una de las máximas obras del
Realismo Mágico.
-José
Rafael Pocaterra, Cuentos grotescos (Cuentos, 1976)
-Antonieta
Madrid, No es tiempo para rosas rojas, (Novela, 1975). Premio Nacional de
Literatura, finalista al Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos
-Guillermo
Meneses, La mano junto al muro (Cuento, 1951), considerado el mejor relato
surrealista de la literatura hispanoamericana
-Laura
Antillano, Perfume de gardenia (Novela, 1982); Solitaria solidaria (Novela,
1990); La luna no es pan de horno y otros cuentos (Cuentos, 2005)
-Eduardo
Liendo, Si yo fuera Pedro Infante (Novela, 1990), Premio Conac de Narrativa
-Salvador
Garmendia, La mala vida (Novela, 1968); Los pequeños seres (Novela, 1958); El
inquieto Anacobero y otros cuentos (Cuentos, 1976); No es el espejo (Novela,
2002). Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo
-José
Balza, Marzo anterior (Novela, 1965); La mujer de espaldas y otros relatos
(2004). Premio Nacional de Literatura
-Carlos
Noguera, Juegos bajo la Luna (Novela, 1993), Premio Bienal de Literatura
Mariano Picón Salas y Premio Nacional de Literatura
-Luis
Britto García, Rajatabla (Cuentos, 1970); Pirata (Novela, 1998)
-José
Vicente Abreu, Se llamaba SN (1964)
-Ana
Teresa Torres, Doña Inés contra el olvido (1991); Malena de cinco mundos
(Novela, 2000); Vagas desapariciones (Novela, 2011). Premio Bienal de
Literatura Marino Picón Salas, Premio Pegasus de Literatura, Premio de Cuento
El Nacional
-Armando
Rojas Guardia, Yo que supe de la vieja herida (Poesía, 1985); El Dios de la
Intemperie (Ensayo, 1985)
-Valentina
Saa, La sangre lavada (Novela, 2007)
-Eugenio
Montejo, Fábula del escriba (Poesía 2006). Premio Nacional de Literatura,
Premio Internacional de Poesía Octavio Paz, nominado al Premio Nobel de
Literatura 2008.
-Victoria
de Stefano, Historias de la marcha a pie (1997)
-Rafael
Cadenas (1930), Los cuadernos del destierro (Poesía, 1960); Amante (2002).
Premio Nacional de Literatura
Lamentablemente,
en estas líneas no podemos reunir a todos los escritores venezolanos que siguen
publicando sus obras, pero este artículo nos ayuda a conocer mejor las letras
venezolanas contemporáneas, las obras literarias que identifican nuestra
cultura, cuyo valor inagotable es poco conocido y difundido en el país.
Varias
de estas novelas y cuentos han sido llevadas al cine, como Juegos bajo la Luna
(2000), dirigida por Mauricio Walerstei, basada en la novela de Carlos Noguera,
y la película Oriana (1985), dirigida por Fina Torres, cuyo guión, según la
directora, está inspirado en Perfume de gardenia de Laura Antillano, también
otras obras han sido adaptadas para telenovelas. Como un homenaje a nuestra
literatura contemporánea.
Se
ofrece una lista inicial de cuentos y novelas versionadas en el cine, para que
los que encuentren una omisión, la compartan con los lectores de ficción breve.
Cuentos
y novelas versionadas en el cine:
ü Canaima,
de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Juan Bustillos Oro (México, 1945)
ü Cantaclaro,
de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Julio Bracho (México, 1946)
ü Colt
Comando 5.56, de Marcos Tarre. Dirigida por: César Bolívar (1986)
ü Compañero
de viaje, de Orlando Araujo. Dirigida por: Clemente de la Cerda (1974)
ü Cuando
quiero llorar no lloro, de Miguel Otero Silva. Dirigida por: Mauricio Walestein
(1972)
ü Cuatro
crímenes, cuatro poderes, de Fermín Mármol León. Dirigida por: Román Chalbaud,
bajo los nombres de Cangrejo I (1982) y Cangrejo II (1984)
ü Cubagua,
de Enrique Bernardo Núñez. Dirigida por: Michael New (1986)
ü Doña
Bárbara, de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Fernando de Fuentes (México, 1945).
Dirigida por: Betty Kaplan (España, Argentina, USA, 1998)
ü El
Cabito, de Pedro María Morantes (Pio Gil). Dirigida por: Daniel Oropeza (1978)
ü El
enterrador de cuentos, de Román Leonardo Picón. Dirigida por: Víctor Cuchi
(1978)
ü Fiebre,
de Miguel Otero Silva. Dirigida por: Alfredo Anzola y Juan Santana (1976)
ü Ifigenia,
de Teresa de la Parra Dirigida por: Iván Feo (1986)
ü Juegos
bajo la luna, de Carlos Noguera Dirigida por: Mauricio Walerstein (2000)
ü La
balandra Isabel llegó esta tarde, de Guillermo Meneses Dirigida por: Carlos
Hugo Christensen (1949)
ü La
historia de un caballo que era bien bonito, de Aquiles Nazoa Dirigida por:
Leopoldo Ponte (1992)
ü La
pluma del Arcángel, de Arturo Uslar Pietri Dirigida por: Luis Manzo (2002)
ü La
trepadora, de Rómulo Gallegos Dirigida por: Edgar Anzola (1924) ,Dirigida por:
Gilberto Martínez Solares (México, 1944)
ü Los
platos del diablo, de Eduardo Liendo Dirigida por: Thaelman Urgelles (1992)
ü País
portátil, de Adriano González León Dirigida por: Iván Feo y Antonio Llerandi
(1979)
ü Panchito
Mandefuá, de José Rafael Pocaterra Dirigida por: Silvia Manrique (1985)
ü Puros
hombres, de Antonio Arráiz Dirigida por: César Cortéz (1983)
ü Se
llamaba SN, de José Vicente Abreu Dirigida por: Luis Correa (1977)
ü Sobre
la misma tierra, de Rómulo Gallegos Dirigida por: Miguel Delgado, bajo el
nombre de La doncella de piedra (México, 1956)
ü Una
casa con vista al mar, de Freddy Sosa Dirigida por: Alberto Arvelo (2001).
TRES BIOGRAFIAS DE
ESCRITORES VENEZOLANOS DE LA MODENIDAD
MIGUEL OTERO SILVA
Miguel
Otero Silva (Barcelona, Venezuela, 26 de octubre de 1908 — Caracas, 28 de
agosto de 1985) fue un escritor, humorista, periodista, ingeniero y político
venezolano. Nació el 26 de octubre de 1908 en el estado Anzoátegui en
Venezuela. Su padre fue Henrique Otero Vizcarrondo y su madre, fue Mercedes
Silva Pérez quien murió cuando Miguel Otero Silva aún era pequeño. Leía la
Biblia desde niño a pesar de no pertenecer a un culto definido. A través de la
literatura y el periodismo, relató numerosas páginas de la historia venezolana
del siglo XX. Formó parte de la Generación del 28 que insurgió contra la
dictadura del general Juan Vicente Gómez, fue crítico de arte y un acalorado
seguidor del béisbol. Poseía talento para la escritura humorística. Exiliado en
Curazao, el 8 de junio de 1929
OBRA:
"CUANDO
QUIERO LLORAR NO LLORO" fue el octavo libro del escritor venezolano Miguel
Otero Silva, publicada por editorial Tiempo Nuevo, el 25 de junio de 1970. Se
le considera una de las más importantes dentro de la obra de Otero y de la
literatura venezolana en general.
RAFAEL CADENAS
Rafael
Cadenas (nacido en Barquisimeto, Lara; el 8 de abril de 1930), es un poeta,
ensayista y profesor universitario venezolano. Formó parte del grupo «Tabla
Redonda» a comienzos de la década de los sesenta. En 1985 recibió el Premio
Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio FIL de Literatura en
Lenguas Romances, en Guadalajara, México. En 1946 publicó su primer poemario en
una imprenta local de Barquisimeto, con prólogo de Salvador Garmendia. Desde
temprana edad combinó la pasión por la literatura con la militancia política en
el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio
durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad
hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del
destierro (1960). Durante esos años forma parte del grupo de debate político y
literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández,
Jacobo Borges, entre otros. Por décadas fue profesor en la Escuela de Letras de
la Universidad Central de Venezuela. Dotado de una refinada sensibilidad para
la experiencia poética, este singular poeta venezolano se caracteriza por crear
una obra densa y estrechamente vinculada al pensamiento filosófico. Siguiendo
la tradición de Hölderlin, Rilke y José Gorostiza, su poesía parece fusionar
los derroteros de la actitud reflexiva con la inspiración pura. Su poema más
famoso «Derrota» ha trascendido como la marca poética de la generación de los
años sesenta. Su obra más celebrada es el poemario Amante, en el que expresa
toda su fina sensibilidad.
La
obra de Cadenas dialoga con la cultura oriental, particularmente con el
pensamiento vedántico, el taoísmo y el
zen. De occidente encontramos en Cadenas los ecos de Arthur Rimbaud, Walt
Whitman, Rainer Maria Rilke, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Giuseppe
Ungaretti, Czeslaw Milosz, Henri Michaux, Carl G. Jung, Alan Watts, López
Pedraza. Ortega y Gasset, Unamuno, Machado, Salinas y Guillén.
OBRA:
En LOS CUADERNOS DEL DESTIERRO (1960) destaca la reflexión sobre la identidad
del ser y la palabra poética. El hablante lírico se define por su condición de
desterrado e intenta fundar un mundo mítico en el cual busca reconocerse[1]. El
desarraigo genera una crisis de
identidad que el texto poético busca
restablecer, un relato fundacional que
tiene como marco de fondo el espacio insular de Trinidad. Entre las
características más resaltantes de este texto poético se encuentra la
fragmentariedad y la ruptura de la lógica del discurso. Del libro ha dicho
Guillermo Sucre:
Los
cuadernos del destierro (1960) traza un itinerario fascinante: la expansión del
yo a través de la memoria personal y mítica. (…) Opulencia y celebración: el
mundo vivido como verdadero reino. Tal sentimiento, a su vez, es o puede ser un
exilio, pero es el exilio en lo paradisíaco, la comunión alucinada con lo
original (Sucre, (1975) 1985: 304).
Este
largo poema en prosa se enlaza con toda
una tradición de poesía narrativa que se inicia en el siglo XIX con los
románticos, continúa en Baudelaire y sus “petits poèmes en prose” y que en
América Latina alcanza con Azul de Rubén Darío su concepción más moderna. Para
Eduardo Milán “la narratividad poética combatiría el concepto de poesía lírica
heredado de la tradición y retrotraería a la poesía latinoamericana a las
funciones épicas de la lengua” (Milán, 2001:15).
OBRA:
LOS CUADERNOS DEL DESTIERRO
Según
María C. Suárez de Bianchi, de la Universidad de Carabobo, señala que se Adaptó
la poesía a las corrientes de vanguardia, insertándola definitivamente en la
órbita de la modernidad. Esto significó un gran avance para la literatura que
tras fracasados intentos no lo había logrado. Pasada la efervescencia de la
época, derrota la guerrilla, alejado del marxismo, Cadenas inserta, sus
composiciones en un estado de reflexión y concientización de marcado tono
existencial que invulnerable al tiempo, traza en la poesía un camino que aún no
termina.
Derrota
y Falsas Maniobras, representan esta nueva fase del poeta, y, aunque,
formalmente, con ellas inicia un proceso evolutivo en su escritura, determinado
por un despojamiento en el lenguaje de toda ornamentación vacua y una forma de
estructurar sus composiciones mucho más sencilla que la inicial, mantiene un
distanciamiento con los modelos tradicionales de escritura y se aboca
constantemente a la búsqueda de nuevas maneras de configurar y organizar sus
poemas.
El
aforismo, el fragmento, la brevedad cercana al graffiti, se presentan junto al
verso libre y la prosa poética como las formas preferidas por Cadenas en cada
nuevo poemario. El deseo de depurar su lenguaje y despojar su poesía de todo
artificio, simplificando su estilo anunciado en el poema ARS poética de
Intemperie, se mantiene en sus textos posteriores. En ellos, recurrentemente se
refiere al lenguaje como motivo poético, dando origen a poemas, que son
esencialmente explicación de ellos mismos, sirviendo a su vez, para comprender,
el cambio que desde el punto de vista del lenguaje se ha operado en su obra.
Aunque
esta sencillez formal, parece ser la modalidad definitiva adoptada por Cadenas
en su escritura, esto no supone una ruptura con el compromiso trazado
inicialmente. Paradójicamente al valerse de un lenguaje natural y formas cada
vez más simples, su poesía se hace más comprometida, ya que al tomar como
motivaciones centrales de sus poemarios, las hondas preocupaciones del hombre
de hoy: la angustia, la alineación, la soledad, el desarraigo, su obra adquiere
un tono existencial, un estado de reflexión y concientización que,
difícilmente, hubiera logrado alcanzar con su texto inicial, aún cuando,
formalmente éste supuso un avance en relación con el quehacer poético de la
generación que le antecede.
Desde
Los Cuadernos del Destierro hasta Gestiones, su poemario más reciente, se
observa un crecimiento que va más allá de lo puramente formal. La diversidad de
lecturas e influencias, de corrientes y pensamientos como el de Krisnamarti, el
Taoísmo, el budismo Zen, el surrealismo, el simbolismo entre otros, evidentes
en su obra, además de dotar su poesía de algunos elementos que le sirvieron
para configurar su universo poético, recordemos las imágenes irracionales y la
atmósfera de ensoñación, típica expresión de la escritura surrealista en Los
Cuadernos del Destierro, la concepción y manejo del símbolo en sus poemas,
herencia de los simbolistas, determinan también en su obra, un pensamiento que
se torna cada vez más hondo, más auténtico, permitiendo redimensionar su
sentido de la vida, de la relación entre el hombre y la realidad.
Esto,
junto a la clara conciencia que tiene de los graves problemas que oprimen al
hombre de hoy, impidiéndole establecer una relación armoniosa con él mismo y
con su entorno, son aspectos que se reiteran en su obra y que pueden apreciarse
tanto en sus textos poéticos como ensayísticos.
A
pesar de las transformaciones formales que se operan en su escritura, la obra
poética de Cadenas presenta una unidad que se fundamenta básicamente, en la
constancia de sus temas: La soledad, el desarraigo, la otredad, la angustia,
como motivos de la condición alineada del hombre actual por una parte y el
lenguaje, la poesía, la literatura por otro, como motivos constantes de
reflexión y preocupación en sus obras; se nutre también de otros elementos que
con igual insistencia sé reiteran de un poemario a otro.
Como
puede constatarse a través de el análisis de los textos poéticos, Cadenas
muestra su preferencia por imágenes acuáticas y terrestres que se van
reiterando en cada nuevo poemario, hace uso del símbolo de una manera
particular, caracterizada fundamentalmente por la posibilidad de sugerir las
preocupaciones más hondas del poeta, siendo los más comunes, el agua, la
ciudad, la casa, el rostro, la palabra y la voz.
Las
líneas temáticas identificadas en su obra, de acuerdo a la psicocrítica,
permiten establecer identificaciones inconscientes con el mito de Narciso y el
mito de Orfeo. Recurrentemente, Cadenas presenta en sus composiciones, un ser
encendido que busca su equilibrio en las aguas del mar, del arroyo o del río, o
que a través de la proyección en el otro, intenta integrar el yo fragmentado.
Como Narciso, el poeta debe unirse a su reflejo, para poder encontrar el
equilibrio que ha perdido. Se establece también, inconscientemente una comparación
o identificación entre el poeta y Orfeo. Así como Orfeo, con su música era
capaz de suavizar el carácter de los hombres, hacer que las fieras le
siguieran, que las flores y los árboles se inclinaran hacia él, convencer a los
monstruos y dioses del averno para revivir a su amada, de igual modo, el poeta
a través de su escritura puede guiar al hombre, reeducarlo, transformarlo. El
poeta es entonces una especie de guía o salvador. Pero, esta tarea no ha sido
elegida libremente. Es una especie de don que le ha sido otorgado al poeta y
que debe cultivar y preservar. De allí que en Gestiones se le escuche decir:
Los
hados nos dieron
Una
lengua noble
Como
buen vino
De
bodegas medievales
Los
poetas están entre
Los
encargados de custodiarlos. (p. 79)
Estos
elementos a su vez, sirven para determinar en su obra, un arquetipo del hombre
y del intelectual de hoy, que no escapa a su circunstancia histórica: un hombre
alienado, solitario, minimizado en su condición humana; un intelectual cuya
labor fundamental estriba en guiar a ese hombre extraviado, hacia una ruta que
le permita reencontrarse con él y con su entorno, utilizando para ello como
instrumento principal, su obra, su trabajo literario, sencillo accesible, pero
también profundo y cercano a su realidad. Ubicadas las redes de asociación, las
figuras míticas y el contexto en que se enmarcan sus poemas, de acuerdo a la
psicocrítica, el mito personal en la obra de Cadenas se podría ubicar, en
primera instancia, en la expresión del estado de soledad, alienación y
disgregación del hombre contemporáneo, correspondiendo a esta fase los primeros
textos del autor. Se identifica como producto justamente de la evolución del
autor y su obra, una segunda instancia, conformada por los últimos poemarios de
Cadenas, en los cuales el mito personal se desplaza hacia la labor del poeta y
la poesía como medios de concientización y sensibilización del hombre actual.
Con ellos estamos en presencia de un escritor cuya obra se encuentra
centralizada en los problemas del hombre actual, como expresión de sus
obsesiones más íntimas.
La
presencia reiterada de estos elementos a lo largo de sus textos, el desarrollo
y depuración de algunos de ellos, revelan un universo poético, de una
coherencia, una densidad y una riqueza interna, pocas veces encontrada en la
totalidad de la obra de un escritor. Todo esto, da cuenta de una obra que no ha
sido concebida de manera azarosa, sino que, contrariamente surge como producto
de la constancia, dedicación y meditación de un poeta que ha hecho de la poesía,
la expresión más fiel de sus preocupaciones más hondas, que siendo a su vez,
también las nuestras, la del hombre cada vez más vulnerable y angustiado de
nuestro siglo, ha sabido reflejar sus crisis y sus desaciertos, haciendo de sus
textos poéticos obras imperecederas al tiempo.
Desde
Los Cuadernos del Destierro hasta Gestiones, con insistencia aflora en cada uno
de sus poemarios un pensamiento auténtico, férreo, que a través del tiempo ha
ido madurando, depurando, sin perder su esencialidad: el hombre actual y su
problemática vital. El escritor, su obra, y su labor o función dentro de una
sociedad cada vez más convulsionada. Cadenas no hace más que reflexionar sobre
estos aspectos, depurar sus ideas. Ideas que van cobrando mayor fuerza, mayor
alcance en cada nuevo texto, sea poético o ensayístico.
A
través de cada nueva producción poética observamos cambios formales en su obra,
pero podemos apreciar también, un pensamiento que, a través del tiempo se ha
mantenido indemne.
Desde
su primer texto poético hasta Gestiones, los principios siguen siendo los
mismos y, paradójicamente, las ideas que plasma en estas obras, sobre todo en
las primeras, en lugar de perder su validez, su vigencia, en ese transcurrir
temporal, van cobrando mayor sentido, se vuelven más cercanas, más auténticas.
Desvinculado
ahora el poeta de cualquier compromiso político o literario, su compromiso es
mayor, ya que no se trata de subversión, rebeldía o solidaridad, sino de
conciencia plena de la situación cada vez más deteriorada, deshumanizada, en
que se encuentra inmerso el hombre de hoy, y de la necesidad de hacerle
reflexionar, de rescatarlo.
Sobre
estas ideas fundamentalmente y mediante, un trabajo riguroso, Cadenas construye
un universo poético de una coherencia interna, de una densidad y una riqueza
pocas veces visto en el continuum de un escritor. Por todo esto, consideramos
que su poesía, ya desde su obra inicial, ha logrado consolidarse como una de
las más significativas y valederas dentro del quehacer poético venezolano.
JOSÉ RAFAEL POCATERRA
José
Rafael Pocaterra (Valencia (Estado Carabobo), 18 de diciembre de 1888-Montreal
(Canadá), 18 de abril de 1955) Novelista, ensayista, periodista y diplomático
venezolano, escritor de numerosos cuentos, novelas, artículos y crónicas de prensa.
Su obra más conocida, Memorias de un venezolano de la decadencia, constituye
una de las más severas críticas el régimen de Juan Vicente Gómez al que
enfrentó y combatió no solamente desde la escritura. Fue partícipe de la
legendaria invasión a bordo del Falke por Cumaná en 1929. En su calidad de
periodista y funcionario diplomático vivió en Estados Unidos y Canadá. En
Estados Unidos continúa escribiendo. Una vez más, un texto lo llevará a cambiar
de residencia: la delegación de Venezuela en ese país le crea problemas luego
de un artículo publicado en el diario La reforma social. Se traslada entonces,
en 1923, a Montreal para ocupar el cargo de director del departamento hispano
de la Sun life Insurance and Co., dicta clases de español en la Universidad de
Montreal y publica los primeros capítulos de Memorias de un venezolano de la
decadencia, al tiempo que colabora con varios periódicos latinoamericanos;
desde allí trata de continuar su persistente campaña contra Gómez. Retorna a
Venezuela en 1939 y se incorpora al Congreso y ejerce varios cargos públicos,
incluso después de la salida de Eleazar López Contreras de la presidencia.
Isaías Medina Angarita, además de la presidencia del estado Carabobo, le
confiará una serie de misiones diplomáticas; en el gobierno de Rómulo Gallegos
llegará a ser embajador en Brasil y después en Estados Unidos. Cuando Delgado
Chalbaud es asesinado en 1950, regresa a su casa en Montreal. Durante estos
años se dedica a realizar algunas traducciones y escribir poemas, algunos reveladores
de su estado de ánimo como Elegía de otoño, que parece reflejar cercanía con la
idea de la muerte. Es invitado a la celebración de los cuatrocientos años de su
ciudad natal en 1955 para pronunciar un discurso. Su vitalidad polémica sigue
viva: en sus palabras no duda en cuestionar el gobierno de Marcos Pérez
Jiménez. Será su última visita al país, pues muere el 18 de abril de ese año en
Montreal. El gobierno no le rinde homenaje, pero sí lo hicieron algunos
escritores e intelectuales.
Durante
la convulsionada década de los sesenta, la literatura Venezolana, vivió uno de
los períodos de transformación más importante de los últimos tiempos. Bajo un
contexto político, social y literario, jóvenes escritores, comprometidos con su
época, con una clara conciencia literaria fundaron grupos como Sardio, Tabla
Redonda, El Techo de la Ballena, Trópico Uno, En Haa y 40 grados a la sombra
logrando establecer cambios radicales tanto en la narrativa como en la poesía
de la época, demarcando un nuevo rumbo a nuestras letras.
OBRA:
LOS CUENTOS GROTESCOS
Los
"Cuentos Grotescos" de José Rafael Pocaterra constituyen una de las
piezas fundamentales de la literatura venezolana. Publicados originalmente en
1922, representa lo mas acabado y perfecto de la narrativa realista producida
en nuestra tierra.
Con
esta obra el autor quería lograr una impresión o una enseñanza más que todo en
la Venezuela de entonces, con el objetivo de hacerla entrar en razón e influir
en sus ideales.
Esta
obra sigue siendo en opinión de los críticos y estudiosos, los mejores cuentos
que se han escrito en Venezuela. Incluso un gran escritor venezolano como lo
fue Arturo Uslar Pietri vio en la obra… "la dureza y la luz de una
gema"
Consciente
de interpretar en primer lugar lo venezolano, José Rafael Pocaterra hizo
acopio, en Cuentos grotescos, de un enfoque donde el trasfondo social y lo
histórico estuvo enmarcado, en cuanto a los valores formales, en un estilo que
sería una de las manifestaciones de la tendencia realista en la literatura
venezolana, reaccionando de esta forma contra el preciosismo modernista.
Su
estilo logra independencia y autonomía, imprimiéndole un acento inconfundible.
Con esa capacidad de eliminar el recargo metafórico, en busca de un lenguaje
directo, pero no por eso menos poético.
Como
observador acucioso de la realidad cotidiana, la coloca en su sitio, logrando
así una técnica espontánea y original. Utiliza los recursos propios de la
escuela realista como el detallismo, que se puede observar en el ejemplo
siguiente, donde la descripción de un ambiente muestra una atmósfera especial,
en el cuento “La i latina”:
“Al
otro extremo del corredor, cerca de donde me pusieron la silla enviada de casa
desde el día antes, estaba el tinajero pintado de verde con una vasija rajada;
allí un agua cristalina en gotas musicales largas y pausadas, iba cantando la
marcha de las horas”.1
Pocaterra
describe el momento y, al recrearlo, detalla de una manera estética cada
elemento del ambiente: “la silla”, el sitio donde estaba colocada, “el
tinajero” y hasta la rajadura de la vasija. Pero va más allá, y convierte la
descripción de ese ambiente en algo poético cuando presenta en tono melancólico
el correr del tiempo, simbolizado por las gotas de agua del tinajero. Es así
como su estilo se caracteriza por una descripción con calidad estética, donde
predomina la brevedad, la exactitud y la precisión.
También
utiliza recursos como la acumulación de frases, en muchos casos sin verbos; que
le permiten darle agilidad a la expresión:
“Abrazos,
besos, pañolitos sacudidos, dos agudos silbatos y la noche de un túnel. Otra
vez el sol, el aire y la noción de partir. Bajo las brumas, a la falda de un
cerro que apenas se ve, va quedando... la Caracas de ensueño...”.2
Este
ejemplo, tomado del cuento “El ideal de Flor”, muestra un lenguaje basado en
superposición de frases, acercándose con este recurso al impresionismo. En este
fragmento se encuentra nuevamente la presencia del tiempo, aunque no como
potencia máxima, sino como una manifestación de la realidad para interpretar el
desencanto del personaje al regresar a su pueblo: “otra vez el sol... la noción
de partir... va quedando”.
Otro
de los rasgos realistas de Pocaterra es el uso del adjetivo:
“¡Qué
triste me pareció la orilla del río, ya oscuro corriendo hacia barrancos
lejanos cubiertos de una vegetación profusa!; ¡qué desolada la calle de la
entrada, la calle real, limitada por casuchas... más triste todavía la plaza,
el hemiciclo cuyos grandes árboles sombreaban la yerba alta, pelada a
trechos...”.3
En
este ejemplo, tomado del cuento “Soledad”, Pocaterra presenta con un lenguaje
cargado de adjetivos el fluir de la conciencia del personaje, logrando la total
desaparición del narrador y sólo queda el personaje conversando consigo mismo.
Plasmando así, a través del uso del adjetivo, una descripción subjetiva.
Entre
otros rasgos realistas en la obra de José Rafael Pocaterra, se encuentra uno de
singular importancia en su propuesta estética, se trata de su concepto de la
imagen; que elabora en su mayoría basado en la crudeza, presentada de una
manera concreta e hiriente. Esto se puede apreciar en el siguiente ejemplo
tomado del cuento “Matasantos”:
“...era
su hija, sí, su Carmita, aquel fragmento de telas blancas, salpicado de sangre,
aquellas grandes manchas oscuras sobre los guarataros, aquel mechón de cabellos
rubios pegado con un jirón de piel al hierro de los rieles; toda aquella
horrura que iban los vecinos examinando piadosamente y metiendo en un saco”.4
En
este ejemplo Pocaterra presenta de una manera áspera y descarnada una visión
diferente dentro de la narrativa para darle vigencia a las particularidades del
realismo. Se vale de la crudeza para mostrar un cuadro de dolor y muerte,
destacando la impresión del padre ante la certeza de que su hijita era sólo un
puñado de restos y jirones. Con la finalidad de conmover al lector describe con
detalle el horror de la muerte violenta de una pobre niña ciega: “...aquel
fragmento de telas blancas, salpicado de sangre...”.
Todas
estas características le permiten a Pocaterra llevar a cabo su proyecto
narrativo. A ellas se agregan la ironía y la burla, recurso del cual se vale el
autor para degradar el lenguaje recargado de los modernistas. Pocaterra expresa
su rechazo al modernismo con una propuesta estética diferente, y con un realismo
de una calidad excepcional expresa su crítica deformando en sátira y caricatura
los rasgos estilísticos principales.
En
el cuento “Las Linares” caricaturiza la apariencia externa de los personajes,
sin dejar a un lado sus rasgos espirituales, que resalta y enaltece al tratar
de conmover al lector; esto se puede observar en el siguiente fragmento:
“¡Pero
las cejas...! las cejas de todas ellas que son dos bigotes invertidos, dos
montones de pelos negros y ríspidos, en arco de treinta y seis grados hacia las
sienes”.5
Y
más adelante:
“Sí,
bajo aquellas cejas siniestras, en el fondo de los ojos, vio el alma... el alma
de las mujeres feas, el alma supremamente virgen que nadie ha turbado...”.6
Con
estos ejemplos citados se observa un contraste a través del cual el autor deja
colar un mensaje al lector, al hacer referencia a esas personas que “ven pero
no miran”; resaltando así la espiritualidad de aquellas mujeres, como antítesis
de lo físico.
La
propuesta estética de José Rafael Pocaterra buscaba la innovación en la
expresión con un estilo rudo que iba a la par con su actitud de denuncia
social; por eso en cada uno de sus cuentos planteaba un aspecto de la realidad
del país, especialmente a través de su obra Cuentos grotescos, muestra su
inconformidad cincelando un vigoroso realismo ante la realidad nacional; a su
vez es importante destacar que el autor no descuida su marcada intención de
apartarse de la temática y el estilo de la corriente modernista, para esa época
ya en franca decadencia.
En
el cuento “Las frutas muy altas” resalta las injusticias sociales, con la
evidente separación de los niveles sociales por la educación y las
circunstancias, donde el personaje “José la O” es víctima y juguete de la
sociedad, simbolizada por la señorita “Cecé”:
“La
señorita Cecé, sin duda, leía las novelas de Jorge Sand y quiso vivir su idilio
campesino, sólo que el pobre José la O no sabía leer y jugó un papel en el
pasatiempo de la señorita Cecé con toda la fuerza que despiertan en la
precocidad tropical esas agrias pasiones de la adolescencia.
”Tardes
doradas en el ribazo del río, bajo los jabillos, con el libro caído en el
regazo, y él echado a sus pies, sin hablar, mirándola a los ojos... a ratos le
hacía ella una caricia rápida, y él besaba la mano linda, cuidada...”.7
En
el cuento “Los Come-muertos”, Pocaterra fusiona el ambiente, los personajes y
los sentimientos en un sólo elemento: lo feo.
“...fealdad
del paisaje, de los habitadores, del concepto mismo que tenía la ciudad hacia
aquel torpe rincón del cementerio donde vivían unos italianos que comían
muertos”.8
Con
una intención evidentemente crítica, el autor muestra en este cuento la
hostilidad hacia el extranjero por parte de una sociedad agresiva y cruel, en
donde hasta los niños son capaces de albergar instintos de maldad, como se
recoge en el siguiente fragmento del mismo cuento:
“Y
todos los chiquillos, cuando pillábamos de paso a la pelirroja y a sus hermanos
los acosábamos a motes, a injurias, a pedradas...”.9
Pocaterra
tiene claro su objetivo de resaltar valores como la humildad y el sacrificio, y
despertar el amor hacia los niños desvalidos en una sociedad donde cierto grupo
de personas goza de privilegios y se da el lujo de cometer toda clase de
atrocidades. Por eso a través de sus obras fue mostrando un abanico de
injusticias. En el cuento “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús”,
el autor presenta su verdad sin esgrimir la sátira o la burla. Por eso tal vez
tiene un acento diferente a sus demás cuentos; aquí destaca el drama conmovedor
del muchacho marginado, pero que en medio de su miseria disfrutaba de la
libertad a su manera y hasta prodigaba una ayuda.
“¡Era
un botarate!... Quién le mandaba a estar protegiendo a nadie... Y sentía en su
desconsuelo de chiquillo una especie de loca alegría interior... ¡Qué diablos!
El día de gastar se gasta archipetaquiremandefuá..!”.10
La
generosidad y el sacrificio se pueden palpar en ese fragmento donde resalta la
satisfacción del muchacho al dar con alegría, con sinceridad.
Estos
aspectos mencionados en la obra de José Rafael Pocaterra permiten afirmar que
en su concepción grotesca el hombre se encuentra atrapado y solo, prisionero
del ambiente donde se desenvuelve y víctima de la sociedad a la que pertenece.
Para
llevar a cabo su proyecto narrativo en medio de su empeño de crítica social, se
apegó a las técnicas de la escuela realista dentro de la corriente del
naturalismo satírico; fundamentándose en el ambiente humano de su época,
coordinó con destreza los elementos del lenguaje literario para presentar una
obra narrativa con validez.
Como
se ha afirmado, la propuesta narrativa de Pocaterra iba en busca de un lenguaje
directo, pero a la vez con calidad estética; para lograrlo, entre los recursos
literarios, trabajó mucho con el uso de las imágenes sensoriales. Esto indica
su preocupación por establecer una comunicación con sus lectores, ya que a
través de los sentidos se puede alcanzar ese contacto del ser humano con el
otro, encontrándose un frecuente uso de imágenes sensoriales en su creación
literaria como se percibe en el siguiente fragmento tomado del cuento “El
retrato”:
“...Y
el insoportable olor a guayaba, el agudo y áspero aroma que exhalaba la casa
hacia la vieja calle del barrio”.11
Aquí
se vale de esta imagen olfativa para hacerle sentir al lector el desagradable
aspecto de la casa venida a menos moralmente, junto a la familia que la
habitaba. Y en el cuento “El ideal de Flor” se encuentra otro fragmento donde
el autor usa nuevamente este recurso:
“Y
el estrépito de las sonajas de hierro y el jadeo de la locomotora... parecía
decirle a su corazoncito: sotolongo, sotolongo, sotolongo...”.12
En
este ejemplo la imagen auditiva se asocia con los sentimientos de la
protagonista, con una clara intención de burla hacia los poetas modernistas,
representados en el cuento por el personaje J.P. Soto-Longo.
Además
de estas imágenes sensoriales que conectan al individuo con el medio exterior;
también utilizó, aunque con menos frecuencia, las imágenes oníricas, con la
intención de acercarse a la psicología de los personajes; este recurso se
aprecia en el siguiente ejemplo tomado del cuento “Una mujer de mucho mérito”:
“Tuve
pesadillas horribles: soñaba que... Pancho Villa, montando un revólver sobre mi
nariz, asesorado por ella, me obligaba a devorar hasta el apéndice un Tratado
de las Sociedades Civiles y Mercantiles”.13
Sin
embargo, esta incursión de José Rafael Pocaterra en los procesos del
inconsciente no resulta atractiva, ya que ese mundo que presenta pertenece a la
concepción del autor, y esto le impide al lector ver el mundo desde dentro del
personaje. En ese ejemplo presentado se puede observar que el sueño está
reproducido minuciosamente, pero más bien con la intención de entretejer la
imagen con la posición crítica de Pocaterra, ante la actitud ridícula de
algunas mujeres que alardeaban de sus conocimientos.
Su
narrativa se enriquece más cuando hace descripciones para presentar un
ambiente, con el uso de elementos como el símil, utilizado para complementar el
sentido de la obra:
“Como
un llanto veía correr el agua por los vidrios de la ventana”.14
O
cuando el autor recurre a la comparación para resaltar las emociones o los
sentimientos de los personajes, como en el siguiente fragmento de “Patria, la
mestiza”, donde se hace evidente la turbación de la protagonista:
“Se
llevó la mano a la frente... roja como las flores del apamate”.15
De
todo lo expuesto hasta ahora se desprende que en la narrativa de Pocaterra se
puede apreciar una dualidad en el estilo: el lenguaje del narrador que presenta
los hechos como observador, pero que a veces se permite intervenir para hacer
comentarios o dar su opinión, y los diálogos que se aproximan considerablemente
a la lengua cotidiana; dejándose oír los personajes tal como son y dándole
fuerza expresiva al texto, como en “La i latina”, donde está velada la
intención del autor y el cuento alcanza una calidad literaria superior.
El
autor en este cuento logra un estilo de tal fuerza expresiva que llega a
atrapar en una sola frase la estructura conmovedora de un episodio:
“La
señorita murió esta mañana a las seis...”.16
II. El contenido social
de Cuentos grotescos
José
Rafael Pocaterra, al tomar conciencia del problema que su tiempo le planteaba,
en cada uno de sus cuentos presenta un aspecto del medio social. De esta forma
enlaza su creación literaria con la posición política que ocupaba, con sus
ideales y con la realidad del país.
Surge
entonces una interrogante que es necesario responder antes de incursionar en el
contenido social de Cuentos grotescos: ¿cuál era la realidad de Venezuela? En
primer lugar es necesario reconocer que el país vivía una etapa donde era
evidente el predominio de la tiranía sobre la libertad; en segundo lugar, un
ambiente de decadencia moral, de estas dos realidades se desprendía una
tercera: el imperio del terror y la violencia.
Enmarcado
en estos aspectos el autor va dejando en cada cuento su visión de la realidad
social del país. En el cuento “La casa de la bruja” destaca la agresividad de
la autoridad, por demás ignorante, que arremete contra una indefensa mujer,
cuya única culpa era cargar con un hijo enfermo:
“El
consabido andino y Jefe Civil oyó gravemente la denuncia... el funcionario
apoyó la demanda. ¿Acaso él no sabía a qué atenerse con las gentes ociosas y
mal entretenidas..? rodeó la casa misteriosa. Y con el Jefe Civil a la cabeza
se deslizaron ocho hombres por debajo de la palizada... la infeliz protestaba
enérgicamente de aquel atropello... Ultimadamente con la autoridad no se
discute”.17
Ese
era el gobierno de Gómez, representado por el Jefe Civil, que atropellaba a una
“infeliz”, símbolo del pueblo pobre y desamparado. Como en toda tiranía no se
respetaba el derecho del ciudadano ni siquiera dentro de su casa y, lo que es
peor, la autoridad generalmente estaba en manos de ignorantes. En este ejemplo,
el autor representa a su personaje “la bruja”, atrapada por las fuerzas
sociales y víctima de ellas, como fiel reflejo de la realidad.
Con
ese mismo propósito crítico se desarrollan las acciones del cuento “La mista”,
donde se presenta la figura del humilde y honrado maestro de escuela;
revelándose el poco respeto que se tenía en el país por la educación y sus
maestros, que sin oportunidades para acercarse a las inaccesibles autoridades
no tenían otra opción que sucumbir en el olvido. En este cuento aparecen
reflexiones como la del personaje “el pulpero” que al hablar con “el maestro”,
le dice:
“¿Y
qué hace usted con todo lo que sabe? ¡Pa morirse de hambre no es menester saber
eso!”.18
Y
más adelante:
“En
este país, pa pedir argo y que le atiendan a uno, tiene que ser General”.19
Pero
“el maestro”, que anhela mejores tiempos y no pierde la fe en sus gobernantes,
insiste en busca de oportunidades y llega hasta la súplica desesperada:
“—Oiga
jefe; oiga... es que yo estoy citado... mire, vea la tarjeta...”.20
Todo
para oír la fatídica respuesta:
“—Mire,
viejito... usté tiene tres días perdiendo su tiempo... tarjetas como la suya
tiene todo el mundo. Esas se la mandan a la gente para quitárselos de encima...
Mejor despeje”.21
Pocaterra
muestra a través del pobre maestro de escuela una trascripción de la verdadera
situación del país, con la intención de resaltar la injusticia, el abandono y
el olvido en que se encontraba la educación, pilar fundamental del progreso del
país.
Pocaterra
utiliza la deformación grotesca en su creación literaria para resaltar las
desigualdades sociales con el objetivo de contribuir en la búsqueda de un
cambio en la sociedad en la cual vivía. Con este fin se vale de la exageración
de algunos rasgos físicos, que lo llevan a la caricatura; también utiliza la
sátira para resaltar algún aspecto que merezca una crítica, acentuando
situaciones desagradables, ridículas o negativas.
Con
el propósito de destacar las desigualdades sociales, muestra una realidad que
le permite proyectar partiendo del venezolano común la visión del momento
histórico que se vivía. El autor destaca estos aspectos en busca de producir un
estímulo en el lector y a la vez convertirse en un instrumento para comunicar
la desvalorización de la sociedad en la cual se desenvolvía. Sintiéndose en el
deber de intervenir con sus obras en una función pedagógica, plegándose a un
esquema previo moralizante.
En
el cuento “Familia prócer”, se refleja la decadencia de aquellas familias con
antepasados que se destacaron en la independencia:
“No
quedaba para ellos sino la casa, como el último lazo de unión con el pasado”.22
Aquí
el autor presenta “la casa” como reflejo de lo perdido, e interpreta el
sentimiento de los personajes sobre lo que ya no se tiene.
Pocaterra
pinta con detalle y de forma irónica y acusadora tipos como “Ramoncito”, que
hundido en el alcohol y la desvergüenza no le queda más que vanagloriarse
orgulloso:
“¿Que
aquí no hay energías? Mire, no diga eso: yo soy de una gente que, no es por
alabarme, pero en mi familia, mire vale, ninguno puede decir que ha visto
llorando a un Errazúriz. No crea tonterías: el porvenir es nosotros los
venezolanos que somos gente”.23
En
este mismo cuento se hace alusión al calvario que viven las mujeres que tienen
“un borracho” en su familia:
“Y
otra voz dulce y conocida, ¡Ah, tan dulce y tan conocida, que era la de ella,
de su hija!, la de todas las madres y las esposas y las hermanitas venezolanas
que desnudan, pacientes, al borracho de la casa, a altas horas, cuando la faz
colérica del cerro se esconde en las tinieblas de la montaña”.24
De
esta forma va detallando la decadencia de estas familias, la manera en que caen
en los peores vicios, debilitándose moralmente, hasta ser presa de sus propios
errores. Pocaterra, con estos planteamientos a través de Cuentos grotescos,
muestra las características del momento que vivía el país, donde imperaba el
terror y la violencia. Pero esto no sucedía solamente con las autoridades, esta
violencia también era común en el seno de la familia, donde la mujer estaba
sometida a la violencia del hombre, quien detrás de una falsa moral, ocultaba
los más oscuros propósitos.
En
el cuento “Familia prócer”, citado anteriormente, Pocaterra crea una situación
grotesca al presentar el contraste entre “Ramoncito”, borracho y degenerado,
frente a la inocencia de su hermana solterona:
“Ramoncito,
hijo, entraba trastumbándose, profiriendo palabras obscenas, frases innobles,
apoyado en el brazo de la hermana, dejando un vaho de ron, de desastre y de
vómito por todos los largos corredores, mientras la virgen pálida lo llevaba
hasta el lecho...”.25
En
el prólogo de la novela Política feminista o el Doctor Bebé, afirma que los
personajes de sus obras son tomados de realidad; es decir, pertenecen al medio
que existe fuera de las obras, son auténticos representantes de la
venezolanidad, a los cuales se les ha exagerado sus cualidades o sus defectos
para lograr su caracterización, con el fin de resaltar la existencia de
determinados tipos humanos.
En
el cuento “Bastón puño de oro”, se plantea el caso del victimario que se
convierte en víctima; presentando la mediocridad de aquellas personas sin
escrúpulos, que no se detienen a la hora de perjudicar a sus semejantes para
obtener beneficios personales.
“No
mijita, con lo que tenemos basta por ahora. Después tú verás cómo yo logro que
boten a Ursulino de ‘la casa’ y así me aumentarán”.26
Y
lo logró. “Ursulino” fue botado y a él le aumentaron. Y para resaltar la
desvalorización de estos empleaditos de clase media, logra el contraste cuando
“Ursulino” regresa como director de un ministerio y le roba la mujer. Su
decadencia queda plasmada cuando detrás de unas falsas palabras oculta su
ruina, no sólo moral sino también material.
“—Y
sobre todo, chico, ¡hacerme eso a mí! A un hombre de mi conducta...”.27
De
forma irónica y como símbolo de la ruina de su dueño, “el bastón puño de oro”,
también se había desvalorizado:
“El
bastón puño de oro, recuerdo de mi familia, había perdido el regatón y estaba
arreglado con una cápsula de revolver...”.28
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