LITERATURA VENEZOLANA



REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “EL MÁCARO”
CENTRO DE ATENCIÓN SAN JUAN DE LOS MORROS
ESPECIALIDAD DE LENGUA Y LITERATURA
COHORTE 2011-2


OBJ 4
ANALIZAR LA LITERATURA VENEZOLANA EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y ESPACIO URBANO MODERNO


ORIENTADORA:  PROFESORA  JOSEFA CONTRERAS                                            
 PARTICIPANTE: GARCIA R., YOLY I.
                                                                                   
                                                                                   
                                                                      
FEBRERO, 2015



CONTENIDO

LA LITERATURA VENEZOLANA A TRAVÉS DE LOS AUTORES VENEZOLANOS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y EL DESARROLLO DE LA LITERATURA VENEZOLANA EN EL ESPACIO URBANO MODERNO

     Mariano Picón Salas decía que el siglo XX en Venezuela empezaba después de la muerte de Gómez, después de 1935. Esta es una de esas frases que en cierto modo más que de la realidad a la que apunta, dice de la perspectiva desde la cual se está mirando esa realidad. Para toda una falange de intelectuales que vivieron su periodo de formación y adolescencia durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, se hacía necesario denunciar las ominosas condiciones de castrador aislamiento que un régimen oprobioso hizo vivir al país.
     Desde una perspectiva contemporánea, sin embargo, es interesante estudiar otro aspecto de esa misma situación de conjunto: aquél que nos muestra cómo las contingencias negativas impuestas no pudieron impedir que los tormentosos y vitales vientos de la contemporaneidad fertilizaran los espíritus de la intelectualidad venezolana de esos años y cómo, pese a todo, no se rompió ni se congeló la dinámica de la historia cultural.
     El estudio de la formación y desarrollo de las ideas de vanguardia literaria en Venezuela puede contribuir, en nuestros días, a demostrar que aun en las peores condiciones cada pueblo busca siempre los caminos no sólo para mantener la continuidad de su cultura sino también desarrollar la participación en el diálogo con la contemporaneidad histórica.
     El principio básico que subyace en este trabajo es el de que estudiar cualquier aspecto de la producción literaria en nuestro continente sólo puede legitimarse en la medida en que pretendo contribuir al conocimiento de nuestra realidad y a un diseño más objetivo y complejo de nuestra fisonomía.
     En el caso de la literatura de vanguardia que se desarrolla después de la primera postguerra, la perspectiva de estudio que ha dominado en nuestro continente es la que busca establecer, a partir de los cánones de las tendencias vanguardistas europeas, la presencia de elementos futuristas, cubistas, expresionistas, dadaístas, etc., en las letras hispanoamericanas. El estudiar las vanguardias en América a partir de estos parámetros puede contribuir a establecer lo que de europeo pueda haber en nuestra literatura; pero lo que una crítica renovadora se debe proponer es determinar y organizar en un perfil de conjunto las diferencias más bien que -o por lo menos tanto como- las semejanzas.
     De este modo, al examinar cómo se hace propia y diferenciada una determinada tendencia internacional, al establecer una sintaxis de las diferencias, por así decirlo, se hará posible determinar mejor aquellos elementos, factores y fuerzas que constituyen los nódulos de una personalidad histórico-cultural específica.
     Metodológicamente el proceso de comprensión histórico-literaria -aparte de la puesta en relación del fenómeno literario con los factores [19] históricos generales y determinantes- implica intentar establecer la dialéctica de tres variables: la nacional (en este caso, la vanguardia venezolana), la continental (en este caso limitada a la hispanoamericana) y la europea (fundamentalmente por el peso y prestigio internacional que ha tenido).
     Al prescindir de un modelo de «literatura de vanguardia» -dado que sólo se podría obtener por ahora a partir de la europea- se ha tratado de hacer un análisis inductivo de los elementos de reacción al Modernismo literario en Venezuela, para tratar de vincularlos entre sí y ver su potencial productivo en una perspectiva de desarrollo, y al mismo tiempo su eventual articulación con el conjunto del «arte nuevo», o la «nueva sensibilidad» que se estaba gestando en otros países del continente. Probablemente esto haga que el estudio tenga una marcada apariencia de sequedad erudita y documental; esto es producto por una parte de un intento de contribuir a establecer las fuentes que permitan la confrontación de las hipótesis y un eventual diálogo, y por otra del deseo de eludir la irónica observación del mismo Picón Salas que cuestiona el tono hímnico con que suele escribirse la historia.
     
Aquí se señalan algunos escritores venezolanos pioneros que son de gran relevancia:

Aquiles Nazoa
Este periodista, poeta y humorista nació el 17 de mayo de 1920 en la barriada caraqueña de El Guarataro, en una familia muy humilde. Sus padres fueron Rafael Nazoa, quien era jardinero, y Micaela González. Sus primeros estudios los llevó a cabo en el Colegio "El Buen Consejo", bajo la guía del padre Julián Fuentes Figueroa. Nazca se vio obligado a comenzar a trabajar a los 12 años para ayudar a su familia, por lo que completó su formación de manera autodidacta. Así se desempeñó primero como carpintero, telefonista y botones del hotel Majestic de Caracas. Tres años después ingresó al diario caraqueño El Universal, donde trabajó como empaquetador, archivista de clisés y, posteriormente, como tipógrafo y corrector de pruebas. Paralelamente en 1938, logró obtener un puesto como guía en el Museo de Bellas Artes, gracias a que aprendió a leer francés e inglés. Fue corresponsal en Puerto Cabello de El Universal, y un artículo suyo en el que criticaba la actuación de las autoridades en la erradicación de la malaria, le valió una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello por difamación e injuria, y un período en prisión en 1940. Tras recuperar su libertad, volvió a la capital venezolana. Allí empezó su camino en la radio en la emisora Radio Tropical, y continuó con una columna en El Universal titulada Por la misma calle. En esa misma época, pasó también a formar parte del equipo del diario Últimas Noticias como corrector de pruebas y reportero telefónico, y surgió su célebre seudónimo Lancero, con una sección llamada A punta de lanza dedicada a sus poemas humorísticos.
Igualmente, resaltó sus capacidades humorísticas en el semanario satírico El Morrocoy Azul, bajo el seudónimo Jacinto Ven a Veinte, y publicó Aniversario del color, poesías y Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento de gotas de agua, que consistía en una serie de poemas infantiles en prosa. En 1943 se inició como colaborador del diario El Nacional, y de las revistas Élite y Fantoches. Viajó a Colombia en 1944, donde pudo participar en la revista Sábado con cierta regularidad, y luego se trasladó a Cuba. A su regreso a Venezuela publicó el libro El transeúnte sonreído, que incluyó dos de sus poemas más recordados Balada pesimista y Anotaciones de un aburrido. A finales de la década de los ‘40 ganó el Premio Nacional de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas.
Se dice que en esos años se inscribió en el Partido Comunista. En 1950, salieron dos libros suyos El Ruiseñor de Catuche y Marcos Manaure, idea para una película venezolana, el cual contó con el prólogo de Juan Liscano. Cuando El Morrocoy Azul fue controlado por el gobierno, Nazoa y los demás periodistas pasaron a trabajar en la revista humorística El Tocador de las señoras. No obstante, la situación política se hizo cada vez más difícil, y no tuvo otra opción que exiliarse. Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, retornó a Venezuela y comenzó a participar en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel. Un año después, desarrolló con su hermano Aníbal Una señora en apuros, que fue una interesante publicación humorística de poca vida. Lo mismo sucedió con El Fósforo, del cual fue editor. Durante esos años, produjo una gran cantidad de obras como Caperucita criolla, Diez poetas venezolanos contemporáneos, Cuentos contemporáneos hispanoamericanos, Poesía para colorear, El burro flautista, Los dibujos de Leo y Caballo de manteca.
Aparte de su labor poética, Nazoa escribió una serie de libros entre los que se cuentan el ensayo Cuba, de Martí a Fidel Castro de 1961; Caracas, física y espiritual; y Humorismo gráfico en Venezuela. Para 1970 salió Humor y amor de Aquiles Nazoa, una compilación de sus mejores obras, y Retrato hablado de matapalo. En los años siguientes la literatura venezolana se nutrió con trabajos como Venezuela suya, Los sin cuenta usos de la electricidad, Gusto y regusto de la cocina venezolana, Vida privada de las muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el bolsillo, Genial e ingenioso: La obra literaria y gráfica del gran artista caraqueño Leoncio Martínez y, finalmente, Aquiles y la Navidad.
En esos años, se dedicó a dictar charlas y conferencias, y tuvo un programa de televisión titulado Las cosas más sencillas. Además, llevó al teatro varias obras humorísticas con gran éxito. Aquiles Nazoa falleció en un accidente de tránsito en la autopista Caracas-Valencia el 25 de abril de 1976. Con la iniciativa de Pedro león Zapata, se creó en marzo de 1980 en la Universidad Central de Venezuela, la cátedra libre de humorismo Aquiles Nazoa.

Andrés Eloy Blanco
Nació en Cumaná (Edo. Sucre) el 1 de agosto de 1896 y murió en Ciudad de México el 21 de mayo de 1955. Andrés Eloy Blanco fue poeta, ensayista, dramaturgo, orador y político. Pasó sus años de infancia en Margarita; luego estudió en el Colegio Nacional de Caracas, para ingresar luego a la Universidad Central de Venezuela donde obtuvo, en 1918, el título de abogado. Blanco formó parte de los hechos de la semana del estudiante de 1928 contra el gobierno de Juan Vicente Gómez, lo cual le mereció la cárcel: primero La Rotunda, en Caracas; luego el Castillo Libertador de Puerto Cabello, períodos que utilizó para desarrollar su labor como escritor (1928-1934). En 1935 es confinado a Valera, por razones de salud. Después de la prisión, el poeta venezolano traía bajo su brazo varios libros escritos con una nueva forma de tratar la realidad, que denominó colombismo. Decía: "…no es una nueva escuela. Es un estado del alma. Se trata de una actitud descubridora del poeta en contacto con la realidad americana".
Después de la muerte de Gómez en 1935, Andrés Eloy Blanco militó en las filas del Partido Democrático Nacional (PDN) y resultó electo presidente del Concejo Municipal del Distrito Federal. Fue fundador del partido Acción Democrática en 1941. Blanco participó también en la fundación del semanario satírico El Morrocoy Azul (1941). En 1945, Blanco formó parte de la Comisión Redactora de un Código Electoral. Ese mismo año se desempeñó como Diputado por el Distrito Federal y presidió la Asamblea Constituyente desde 1946 hasta 1947. Durante el gobierno de Rómulo Gallegos (1947-48), Andrés Eloy Blanco fue Ministro de Relaciones Exteriores. Cuando este fue derrocado, Blanco pasó al destierro, primero a Cuba, luego a México, donde murió en un accidente automovilístico.
Andrés Eloy Blanco poseía un registro verbal que iba del romancero y los poetas del Siglo de Oro español, hasta los acentos del folklore, la leyenda y el habla del común, combinados por un artista que conocía todos los resortes del idioma. La obra de Blanco cosechó éxitos desde horas tempranas de su creación: el poema La espiga y el arado recibió el premio de los Juegos Florales de Ciudad Bolívar en 1916; en 1923, recibe el primer premio en un concurso promovido por la Real Academia Española de la Lengua, por su Canto a España, lo cual le da notoriedad internacional. En 1921, Blanco publica su primer libro Tierras que me oyeron. Andrés Eloy Blanco nos dejó como legado una extensa obra: Barco de piedra, Malvina recobrada, Abigaíl, Baedeker 2000, El huerto de la Epopeya, Navegación de Altura, La Aeroplana Clueca, Poda, Carta a Juan Bimba, Giraluna, Vargas, Albacea de la Angustia, etc. Los restos de Andrés Eloy Blanco reposan en el Panteón Nacional desde el 2 de julio de 1981.
Rómulo Gallegos
Nació en Caracas el 2 de noviembre de 1884 y murió en la misma ciudad el 7 de abril de 1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos Osío y Rita Freire Guruceaga. Rómulo Gallegos llega a ser uno de los más prolíferos escritores venezolanos. Su vida, dedicada a la creación literaria, cuenta unas cuantas incursiones en la política, actividad en la que, desempeña los más altos cargos durante los períodos más breves. En 1903, Gallegos comienza a trabajar en la redacción del semanario Arco Iris y, en 1909, participa en la fundación de la revista La Alborada. Sus escritos también aparecen en las páginas de El Cojo Ilustrado.
La dictadura del General Juan Vicente Gómez obligó al caraqueño a refugiarse en España hasta 1936, año en el que regresó a Venezuela para iniciar su actividad de hombre público al ser designado Ministro de Instrucción Pública. En 1937, Rómulo Gallegos es electo diputado al Congreso Nacional y, entre 1940 y 1941, ejerce la presidencia del Concejo Municipal del Distrito Federal. En 1947, Acción Democrática lo postula como candidato a la Presidencia de la República y es electo Presidente Constitucional hasta que, tras diez meses en el cargo, un golpe de Estado le condujo al exilio en México.  Gallegos debutó como narrador con Los aventureros (1913), colección de cuentos breves de tono realista, pero es La trepadora (1925) la obra con la que se inicia la madurez artística del autor.
En 1929 Gallegos publicó su obra maestra, Doña Barbara, una de las novelas más representativas de la literatura hispanoamericana. Esta obra es un potente fresco realista en el que describe con eficacia la vasta sabana venezolana y la vida primitiva que en ella palpita. A Doña Bárbara le siguió Cantaclaro (1934), novela de tono lírico y sentimental, en la que se narran las peripecias de un cantor ambulante a través de la llanura venezolana. Canaima (1935) cierra la trilogía de las obras en las que Gallegos alcanza su mayor vigor creativo. En años posteriores, el escritor intenta apartarse de la lucha entre la civilización y la barbarie --tema característico de sus grandes creaciones-- para desarrollar, entre ficciones y formas literarias, aspectos dramáticos de la realidad venezolana. Con Pobre Negro (1937) y Sobre la Misma Tierra (1943), Gallegos da a su obra tonos históricos y sociológicos, al sumergir a sus personajes en ambientes bañados por radicales transformaciones políticas, sociales y morales provocadas por acontecimientos tan variados como la Guerra Federal o el inicio de la explotación petrolera.
En 1957, Rómulo Gallegos obtiene el Premio Nacional de Literatura y, en 1958, es elegido, por unanimidad, individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Como reconocimiento a la labor literaria de este hombre de las letras americanas, se crea el Premio Internacional de la Novela Rómulo Gallegos (1965) y, en 1972, se funda en Caracas, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Otras de sus obras publicadas son: El Último Solar, Los Inmigrantes, La Rebelión, El Forastero, La Doncella y el Último Patriota, Tierra bajo los pies.
Rufino Blanco Fombona
Este gran escritor, ensayista, historiador y político nació en Caracas el 17 de junio de 1874 del matrimonio entre Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona. Sus primeros estudios los realizó en los colegios Santa María y San Agustín de la capital venezolana. En 1889, se graduó de bachiller e ingresó a la Universidad Central de Venezuela para estudiar derecho y filosofía; carreras que abandonó dos años después con el fin de iniciarse en la academia militar. Participó en la Revolución Legalista en 1892, y después viajó a Estados Unidos como cónsul de Venezuela en Filadelfia. A su regreso, se incorporó como colaborador al equipo de El Cojo Ilustrado, y publicó el poema "Patria", que constituyó su primer escrito.
En 1896 se trasladó a Holanda como agregado de la Legación Venezolana, donde permaneció durante dos años. Poco después de volver a la patria, sacó a la luz su primer libro "Trovadores y trovas". Posteriormente, Cipriano Castro, actuando como presidente de la República, lo nombró secretario general del estado Zulia. Fue cónsul de Venezuela en Ámsterdam entre 1901 y 1904, y luego ejerció el cargo de gobernador del Territorio Federal Amazonas. En ese tiempo, estuvo en contra del monopolio del caucho que se hacía en la región, por lo que fue encarcelado. Estando preso en Ciudad Bolívar escribió una de sus novelas más famosas, "El hombre de hierro". Apenas recuperó su libertad viajó a Europa. Cuando cayó Cipriano Castro, y Juan Vicente Gómez asumió el poder Blanco Fombona fue miembro de la Secretaría de la Cámara de Diputados. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a criticar duramente al gobierno, por lo que fue confinado a La Rotunda por un año, y después desterrado hasta el fin de la dictadura.
Francia y España fueron su hogar durante los años que permaneció exiliado. En Madrid fundó la Editorial América, y para esa época fue propuesto para el Premio Nóbel de Literatura y asumió el cargo de Gobernador de la provincia de Almería y posteriormente hizo lo propio en Navarra. Durante su estadía en la península ibérica continuó escribiendo. Así, publicó "Camino de imperfección", "El modernismo y los poetas modernistas", dos tomos de "La novela de dos años" y "La lámpara de Aladino". Cabe destacar que el panfleto antigomecista "Judas capitolino", de su autoría, data también de ese período. Al retornar a América, estuvo poco tiempo en Venezuela pues rápidamente se trasladó a Uruguay como embajador de Venezuela.
Sus últimos años de vida los dedicó a escribir sobre Simón Bolívar. Algunos de las obras de ese tiempo son "Bolívar y la guerra a muerte", "El espíritu de Bolívar" y "Mocedades de Bolívar". Murió en Buenos Aires, Argentina, el 16 de octubre de 1944. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 23 de junio de 1975.
Teresa de la Parra
Ana Teresa Parra Sanojo nació en París un 5 de octubre de 1889 para convertirse en una de las más destacadas creadoras de la literatura venezolana. Incursionó en el mundo de las letras de la mano del periodismo y escribió dos novelas que la inmortalizaron en toda América: "Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca". Rafael Parra Hernaiz y Isabel Sanojo de Parra, ambos venezolanos y residenciados en París, trajeron al mundo a una niña a quien pondrían el nombre de Ana Teresa y que años más tarde se convertiría en escritora bajo el seudónimo de Teresa de la Parra. Cuando apenas tenía dos años de edad, fue traída a Venezuela donde disfrutó de su infancia en la tranquila hacienda "El Tazón", propiedad de la familia ubicada entre Tumerito y Piedra Azul.
En 1906, a los ocho años de edad, muere el padre de Ana Teresa y su Madre decide regresar a Europa. Isabel Sanojo de Parra se establece en España con sus seis hijos y Ana Teresa ingresa al Colegio "Sacrè Coeur" de la ciudad de Valencia, donde entra en contacto con las obras de escritores como Guy Muapassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes ejercerían gran influencia en su formación literaria. Al finalizar sus estudios en el colegio, en 1915,viaja a París, donde permanece un tiempo antes de volver a Caracas. Para este momento ya había escrito varios cuentos bajo el seudónimo de "Fru-Fru".
Su regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permite recoger vivencias que significarían una gran influencia en el desarrollo de su narrativa. Desde su llegada al país Ana Teresa comienza a revelarse como escritora gracias a varios artículos publicados en diferentes diarios capitalinos. El éxito de sus cuentos y artículos, publicados en los periódicos caraqueños, la impulsa a escribir su primera novela, el "Diario de una Señorita", título que cambiaría momentos antes de su publicación por el de "Ifigenia". En 1924, esta obra, editada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, obtuvo el primer premio en un concurso literario de la Ciudad de París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa. En 1927, Ana Teresa viaja a Cuba para representar a Venezuela en la Conferencia Interamericana de Periodistas. En la reunión dio un discurso sobre "La Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar". De la isla pasa a Colombia para dictar en Bogotá tres Conferencias sobre "La Importancia de la Mujer en la Colonia y la Independencia".
Ana Teresa viaja nuevamente a Europa, donde inicia su segunda Novela "Memorias de Mamá Blanca", la cual publica en París en 1929. Ese mismo año regresa a Venezuela pero su permanencia en el país fue corta debido a que contrae Tuberculosis y regresa a Europa, donde se interna en un sanatorio en Suiza. Poco antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para morir en paz. Fallece en la capital española el 23 de abril de 1936.
Cabe destacar que tenemos a Rómulo Gallegos, el autor de Doña Bárbara (1929), escritor universal, nominado al Premio Nobel de Literatura en 1954, a Teresa de la Parra, una de las escritoras más importantes de América, autora de la célebre Ifigenia (1924), también tenemos a Arturo Uslar Pietri, autor de Lanzas coloradas (1931), Premio Príncipe de Asturias, a Miguel Otero Silva, autor de la célebre Casas muertas (1955), todas joyas de la literatura hispanoamericana.
Por otra parte, Venezuela tiene una de las literaturas más fascinantes de entre siglos (XX y XXI) de toda América Latina, su época más prolífera se circunscribe entre las décadas de 1920 y 1960, con la llegada de la Vanguardia, posteriormente, con la época de las guerrillas y el auge de la izquierda política, entonces, la literatura venezolana volcó su temática hacia estos fenómenos sociales (la libertad, la lucha armada, la rebeldía universitaria, etc.).
Pero después de 1980 hasta la actualidad, los grupos literarios reaccionarios estético-artísticos, como El techo de la ballena (1949-1969), entre otros grupos, desaparecieron, y en su lugar surgió una literatura alienada, nostálgica, nihilista, sumamente personalista, con temáticas como el engaño, la traición, el desamor, la soledad, la locura y la sexualidad, atrás quedaron los temas reaccionarios, la guerrilla, las drogas, los burdeles, las conspiraciones políticas, que engrosaron las páginas de las obras de nuestros escritores de la época.
A continuación te presentamos a los escritores y las obras más emblemáticos de la literatura contemporánea venezolana, esta selección no incluye a Gallegos, De la Parra, Uslar Pietri ni Otero Silva:
 -Enrique Bernardo Núñez, Cubagua (Novela, 1930), esta novela inauguró el Realismo Mágico latinoamericano.
-José Antonio Ramos Sucre, La torre de timón (Poesía, 1925)
-Julio Garmendia, La tienda de muñecos (Cuentos, 1927), una de las máximas obras del Realismo Mágico.
-José Rafael Pocaterra, Cuentos grotescos (Cuentos, 1976)
-Antonieta Madrid, No es tiempo para rosas rojas, (Novela, 1975). Premio Nacional de Literatura, finalista al Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos
-Guillermo Meneses, La mano junto al muro (Cuento, 1951), considerado el mejor relato surrealista de la literatura hispanoamericana
-Laura Antillano, Perfume de gardenia (Novela, 1982); Solitaria solidaria (Novela, 1990); La luna no es pan de horno y otros cuentos (Cuentos, 2005)
-Eduardo Liendo, Si yo fuera Pedro Infante (Novela, 1990), Premio Conac de Narrativa
-Salvador Garmendia, La mala vida (Novela, 1968); Los pequeños seres (Novela, 1958); El inquieto Anacobero y otros cuentos (Cuentos, 1976); No es el espejo (Novela, 2002). Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo
-José Balza, Marzo anterior (Novela, 1965); La mujer de espaldas y otros relatos (2004). Premio Nacional de Literatura
-Carlos Noguera, Juegos bajo la Luna (Novela, 1993), Premio Bienal de Literatura Mariano Picón Salas y Premio Nacional de Literatura
-Luis Britto García, Rajatabla (Cuentos, 1970); Pirata (Novela, 1998)
-José Vicente Abreu, Se llamaba SN (1964)
-Ana Teresa Torres, Doña Inés contra el olvido (1991); Malena de cinco mundos (Novela, 2000); Vagas desapariciones (Novela, 2011). Premio Bienal de Literatura Marino Picón Salas, Premio Pegasus de Literatura, Premio de Cuento El Nacional
-Armando Rojas Guardia, Yo que supe de la vieja herida (Poesía, 1985); El Dios de la Intemperie (Ensayo, 1985)
-Valentina Saa, La sangre lavada (Novela, 2007)
-Eugenio Montejo, Fábula del escriba (Poesía 2006). Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Poesía Octavio Paz, nominado al Premio Nobel de Literatura 2008.
-Victoria de Stefano, Historias de la marcha a pie (1997)
-Rafael Cadenas (1930), Los cuadernos del destierro (Poesía, 1960); Amante (2002). Premio Nacional de Literatura
Lamentablemente, en estas líneas no podemos reunir a todos los escritores venezolanos que siguen publicando sus obras, pero este artículo nos ayuda a conocer mejor las letras venezolanas contemporáneas, las obras literarias que identifican nuestra cultura, cuyo valor inagotable es poco conocido y difundido en el país.
Varias de estas novelas y cuentos han sido llevadas al cine, como Juegos bajo la Luna (2000), dirigida por Mauricio Walerstei, basada en la novela de Carlos Noguera, y la película Oriana (1985), dirigida por Fina Torres, cuyo guión, según la directora, está inspirado en Perfume de gardenia de Laura Antillano, también otras obras han sido adaptadas para telenovelas. Como un homenaje a nuestra literatura contemporánea.
Se ofrece una lista inicial de cuentos y novelas versionadas en el cine, para que los que encuentren una omisión, la compartan con los lectores de ficción breve.
Cuentos y novelas versionadas en el cine:
ü  Canaima, de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Juan Bustillos Oro (México, 1945)
ü  Cantaclaro, de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Julio Bracho (México, 1946)
ü  Colt Comando 5.56, de Marcos Tarre. Dirigida por: César Bolívar (1986)
ü  Compañero de viaje, de Orlando Araujo. Dirigida por: Clemente de la Cerda (1974)
ü  Cuando quiero llorar no lloro, de Miguel Otero Silva. Dirigida por: Mauricio Walestein (1972)
ü  Cuatro crímenes, cuatro poderes, de Fermín Mármol León. Dirigida por: Román Chalbaud, bajo los nombres de Cangrejo I (1982) y Cangrejo II (1984)
ü  Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez. Dirigida por: Michael New (1986)
ü  Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. Dirigida por: Fernando de Fuentes (México, 1945). Dirigida por: Betty Kaplan (España, Argentina, USA, 1998)
ü  El Cabito, de Pedro María Morantes (Pio Gil). Dirigida por: Daniel Oropeza (1978)
ü  El enterrador de cuentos, de Román Leonardo Picón. Dirigida por: Víctor Cuchi (1978)
ü  Fiebre, de Miguel Otero Silva. Dirigida por: Alfredo Anzola y Juan Santana (1976)
ü  Ifigenia, de Teresa de la Parra Dirigida por: Iván Feo (1986)
ü  Juegos bajo la luna, de Carlos Noguera Dirigida por: Mauricio Walerstein (2000)
ü  La balandra Isabel llegó esta tarde, de Guillermo Meneses Dirigida por: Carlos Hugo Christensen (1949)
ü  La historia de un caballo que era bien bonito, de Aquiles Nazoa Dirigida por: Leopoldo Ponte (1992)
ü  La pluma del Arcángel, de Arturo Uslar Pietri Dirigida por: Luis Manzo (2002)
ü  La trepadora, de Rómulo Gallegos Dirigida por: Edgar Anzola (1924) ,Dirigida por: Gilberto Martínez Solares (México, 1944)
ü  Los platos del diablo, de Eduardo Liendo Dirigida por: Thaelman Urgelles (1992)
ü  País portátil, de Adriano González León Dirigida por: Iván Feo y Antonio Llerandi (1979)
ü  Panchito Mandefuá, de José Rafael Pocaterra Dirigida por: Silvia Manrique (1985)
ü  Puros hombres, de Antonio Arráiz Dirigida por: César Cortéz (1983)
ü  Se llamaba SN, de José Vicente Abreu Dirigida por: Luis Correa (1977)
ü  Sobre la misma tierra, de Rómulo Gallegos Dirigida por: Miguel Delgado, bajo el nombre de La doncella de piedra (México, 1956)
ü  Una casa con vista al mar, de Freddy Sosa Dirigida por: Alberto Arvelo (2001).

TRES BIOGRAFIAS DE ESCRITORES VENEZOLANOS DE LA MODENIDAD

MIGUEL OTERO SILVA
Miguel Otero Silva (Barcelona, Venezuela, 26 de octubre de 1908 — Caracas, 28 de agosto de 1985) fue un escritor, humorista, periodista, ingeniero y político venezolano. Nació el 26 de octubre de 1908 en el estado Anzoátegui en Venezuela. Su padre fue Henrique Otero Vizcarrondo y su madre, fue Mercedes Silva Pérez quien murió cuando Miguel Otero Silva aún era pequeño. Leía la Biblia desde niño a pesar de no pertenecer a un culto definido. A través de la literatura y el periodismo, relató numerosas páginas de la historia venezolana del siglo XX. Formó parte de la Generación del 28 que insurgió contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez, fue crítico de arte y un acalorado seguidor del béisbol. Poseía talento para la escritura humorística. Exiliado en Curazao, el 8 de junio de 1929
OBRA: "CUANDO QUIERO LLORAR NO LLORO" fue el octavo libro del escritor venezolano Miguel Otero Silva, publicada por editorial Tiempo Nuevo, el 25 de junio de 1970. Se le considera una de las más importantes dentro de la obra de Otero y de la literatura venezolana en general.

RAFAEL CADENAS
Rafael Cadenas (nacido en Barquisimeto, Lara; el 8 de abril de 1930), es un poeta, ensayista y profesor universitario venezolano. Formó parte del grupo «Tabla Redonda» a comienzos de la década de los sesenta. En 1985 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara, México. En 1946 publicó su primer poemario en una imprenta local de Barquisimeto, con prólogo de Salvador Garmendia. Desde temprana edad combinó la pasión por la literatura con la militancia política en el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Durante esos años forma parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jacobo Borges, entre otros. Por décadas fue profesor en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Dotado de una refinada sensibilidad para la experiencia poética, este singular poeta venezolano se caracteriza por crear una obra densa y estrechamente vinculada al pensamiento filosófico. Siguiendo la tradición de Hölderlin, Rilke y José Gorostiza, su poesía parece fusionar los derroteros de la actitud reflexiva con la inspiración pura. Su poema más famoso «Derrota» ha trascendido como la marca poética de la generación de los años sesenta. Su obra más celebrada es el poemario Amante, en el que expresa toda su fina sensibilidad.
La obra de Cadenas dialoga con la cultura oriental, particularmente con el pensamiento vedántico, el taoísmo y  el zen. De occidente encontramos en Cadenas los ecos de Arthur Rimbaud, Walt Whitman, Rainer Maria Rilke, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Giuseppe Ungaretti, Czeslaw Milosz, Henri Michaux, Carl G. Jung, Alan Watts, López Pedraza. Ortega y Gasset, Unamuno, Machado, Salinas y Guillén.

OBRA: En LOS CUADERNOS DEL DESTIERRO (1960) destaca la reflexión sobre la identidad del ser y la palabra poética. El hablante lírico se define por su condición de desterrado e intenta fundar un mundo mítico en el cual busca reconocerse[1]. El desarraigo genera una  crisis de identidad  que el texto poético busca restablecer, un relato fundacional  que tiene como marco de fondo el espacio insular de Trinidad. Entre las características más resaltantes de este texto poético se encuentra la fragmentariedad y la ruptura de la lógica del discurso. Del libro ha dicho Guillermo Sucre:
Los cuadernos del destierro (1960) traza un itinerario fascinante: la expansión del yo a través de la memoria personal y mítica. (…) Opulencia y celebración: el mundo vivido como verdadero reino. Tal sentimiento, a su vez, es o puede ser un exilio, pero es el exilio en lo paradisíaco, la comunión alucinada con lo original (Sucre, (1975) 1985: 304).
Este largo  poema en prosa se enlaza con toda una tradición de poesía narrativa que se inicia en el siglo XIX con los románticos, continúa en Baudelaire y sus “petits poèmes en prose” y que en América Latina alcanza con Azul de Rubén Darío su concepción más moderna. Para Eduardo Milán “la narratividad poética combatiría el concepto de poesía lírica heredado de la tradición y retrotraería a la poesía latinoamericana a las funciones épicas de la lengua” (Milán, 2001:15).

OBRA: LOS CUADERNOS DEL DESTIERRO
Según María C. Suárez de Bianchi, de la Universidad de Carabobo, señala que se Adaptó la poesía a las corrientes de vanguardia, insertándola definitivamente en la órbita de la modernidad. Esto significó un gran avance para la literatura que tras fracasados intentos no lo había logrado. Pasada la efervescencia de la época, derrota la guerrilla, alejado del marxismo, Cadenas inserta, sus composiciones en un estado de reflexión y concientización de marcado tono existencial que invulnerable al tiempo, traza en la poesía un camino que aún no termina.
Derrota y Falsas Maniobras, representan esta nueva fase del poeta, y, aunque, formalmente, con ellas inicia un proceso evolutivo en su escritura, determinado por un despojamiento en el lenguaje de toda ornamentación vacua y una forma de estructurar sus composiciones mucho más sencilla que la inicial, mantiene un distanciamiento con los modelos tradicionales de escritura y se aboca constantemente a la búsqueda de nuevas maneras de configurar y organizar sus poemas.
El aforismo, el fragmento, la brevedad cercana al graffiti, se presentan junto al verso libre y la prosa poética como las formas preferidas por Cadenas en cada nuevo poemario. El deseo de depurar su lenguaje y despojar su poesía de todo artificio, simplificando su estilo anunciado en el poema ARS poética de Intemperie, se mantiene en sus textos posteriores. En ellos, recurrentemente se refiere al lenguaje como motivo poético, dando origen a poemas, que son esencialmente explicación de ellos mismos, sirviendo a su vez, para comprender, el cambio que desde el punto de vista del lenguaje se ha operado en su obra.
Aunque esta sencillez formal, parece ser la modalidad definitiva adoptada por Cadenas en su escritura, esto no supone una ruptura con el compromiso trazado inicialmente. Paradójicamente al valerse de un lenguaje natural y formas cada vez más simples, su poesía se hace más comprometida, ya que al tomar como motivaciones centrales de sus poemarios, las hondas preocupaciones del hombre de hoy: la angustia, la alineación, la soledad, el desarraigo, su obra adquiere un tono existencial, un estado de reflexión y concientización que, difícilmente, hubiera logrado alcanzar con su texto inicial, aún cuando, formalmente éste supuso un avance en relación con el quehacer poético de la generación que le antecede.
Desde Los Cuadernos del Destierro hasta Gestiones, su poemario más reciente, se observa un crecimiento que va más allá de lo puramente formal. La diversidad de lecturas e influencias, de corrientes y pensamientos como el de Krisnamarti, el Taoísmo, el budismo Zen, el surrealismo, el simbolismo entre otros, evidentes en su obra, además de dotar su poesía de algunos elementos que le sirvieron para configurar su universo poético, recordemos las imágenes irracionales y la atmósfera de ensoñación, típica expresión de la escritura surrealista en Los Cuadernos del Destierro, la concepción y manejo del símbolo en sus poemas, herencia de los simbolistas, determinan también en su obra, un pensamiento que se torna cada vez más hondo, más auténtico, permitiendo redimensionar su sentido de la vida, de la relación entre el hombre y la realidad.
Esto, junto a la clara conciencia que tiene de los graves problemas que oprimen al hombre de hoy, impidiéndole establecer una relación armoniosa con él mismo y con su entorno, son aspectos que se reiteran en su obra y que pueden apreciarse tanto en sus textos poéticos como ensayísticos.
A pesar de las transformaciones formales que se operan en su escritura, la obra poética de Cadenas presenta una unidad que se fundamenta básicamente, en la constancia de sus temas: La soledad, el desarraigo, la otredad, la angustia, como motivos de la condición alineada del hombre actual por una parte y el lenguaje, la poesía, la literatura por otro, como motivos constantes de reflexión y preocupación en sus obras; se nutre también de otros elementos que con igual insistencia sé reiteran de un poemario a otro.
Como puede constatarse a través de el análisis de los textos poéticos, Cadenas muestra su preferencia por imágenes acuáticas y terrestres que se van reiterando en cada nuevo poemario, hace uso del símbolo de una manera particular, caracterizada fundamentalmente por la posibilidad de sugerir las preocupaciones más hondas del poeta, siendo los más comunes, el agua, la ciudad, la casa, el rostro, la palabra y la voz.
Las líneas temáticas identificadas en su obra, de acuerdo a la psicocrítica, permiten establecer identificaciones inconscientes con el mito de Narciso y el mito de Orfeo. Recurrentemente, Cadenas presenta en sus composiciones, un ser encendido que busca su equilibrio en las aguas del mar, del arroyo o del río, o que a través de la proyección en el otro, intenta integrar el yo fragmentado. Como Narciso, el poeta debe unirse a su reflejo, para poder encontrar el equilibrio que ha perdido. Se establece también, inconscientemente una comparación o identificación entre el poeta y Orfeo. Así como Orfeo, con su música era capaz de suavizar el carácter de los hombres, hacer que las fieras le siguieran, que las flores y los árboles se inclinaran hacia él, convencer a los monstruos y dioses del averno para revivir a su amada, de igual modo, el poeta a través de su escritura puede guiar al hombre, reeducarlo, transformarlo. El poeta es entonces una especie de guía o salvador. Pero, esta tarea no ha sido elegida libremente. Es una especie de don que le ha sido otorgado al poeta y que debe cultivar y preservar. De allí que en Gestiones se le escuche decir:
Los hados nos dieron
Una lengua noble
Como buen vino
De bodegas medievales
Los poetas están entre
Los encargados de custodiarlos. (p. 79)

Estos elementos a su vez, sirven para determinar en su obra, un arquetipo del hombre y del intelectual de hoy, que no escapa a su circunstancia histórica: un hombre alienado, solitario, minimizado en su condición humana; un intelectual cuya labor fundamental estriba en guiar a ese hombre extraviado, hacia una ruta que le permita reencontrarse con él y con su entorno, utilizando para ello como instrumento principal, su obra, su trabajo literario, sencillo accesible, pero también profundo y cercano a su realidad. Ubicadas las redes de asociación, las figuras míticas y el contexto en que se enmarcan sus poemas, de acuerdo a la psicocrítica, el mito personal en la obra de Cadenas se podría ubicar, en primera instancia, en la expresión del estado de soledad, alienación y disgregación del hombre contemporáneo, correspondiendo a esta fase los primeros textos del autor. Se identifica como producto justamente de la evolución del autor y su obra, una segunda instancia, conformada por los últimos poemarios de Cadenas, en los cuales el mito personal se desplaza hacia la labor del poeta y la poesía como medios de concientización y sensibilización del hombre actual. Con ellos estamos en presencia de un escritor cuya obra se encuentra centralizada en los problemas del hombre actual, como expresión de sus obsesiones más íntimas.
La presencia reiterada de estos elementos a lo largo de sus textos, el desarrollo y depuración de algunos de ellos, revelan un universo poético, de una coherencia, una densidad y una riqueza interna, pocas veces encontrada en la totalidad de la obra de un escritor. Todo esto, da cuenta de una obra que no ha sido concebida de manera azarosa, sino que, contrariamente surge como producto de la constancia, dedicación y meditación de un poeta que ha hecho de la poesía, la expresión más fiel de sus preocupaciones más hondas, que siendo a su vez, también las nuestras, la del hombre cada vez más vulnerable y angustiado de nuestro siglo, ha sabido reflejar sus crisis y sus desaciertos, haciendo de sus textos poéticos obras imperecederas al tiempo.
Desde Los Cuadernos del Destierro hasta Gestiones, con insistencia aflora en cada uno de sus poemarios un pensamiento auténtico, férreo, que a través del tiempo ha ido madurando, depurando, sin perder su esencialidad: el hombre actual y su problemática vital. El escritor, su obra, y su labor o función dentro de una sociedad cada vez más convulsionada. Cadenas no hace más que reflexionar sobre estos aspectos, depurar sus ideas. Ideas que van cobrando mayor fuerza, mayor alcance en cada nuevo texto, sea poético o ensayístico.
A través de cada nueva producción poética observamos cambios formales en su obra, pero podemos apreciar también, un pensamiento que, a través del tiempo se ha mantenido indemne.
Desde su primer texto poético hasta Gestiones, los principios siguen siendo los mismos y, paradójicamente, las ideas que plasma en estas obras, sobre todo en las primeras, en lugar de perder su validez, su vigencia, en ese transcurrir temporal, van cobrando mayor sentido, se vuelven más cercanas, más auténticas.
Desvinculado ahora el poeta de cualquier compromiso político o literario, su compromiso es mayor, ya que no se trata de subversión, rebeldía o solidaridad, sino de conciencia plena de la situación cada vez más deteriorada, deshumanizada, en que se encuentra inmerso el hombre de hoy, y de la necesidad de hacerle reflexionar, de rescatarlo.
Sobre estas ideas fundamentalmente y mediante, un trabajo riguroso, Cadenas construye un universo poético de una coherencia interna, de una densidad y una riqueza pocas veces visto en el continuum de un escritor. Por todo esto, consideramos que su poesía, ya desde su obra inicial, ha logrado consolidarse como una de las más significativas y valederas dentro del quehacer poético venezolano.

JOSÉ RAFAEL POCATERRA
José Rafael Pocaterra (Valencia (Estado Carabobo), 18 de diciembre de 1888-Montreal (Canadá), 18 de abril de 1955) Novelista, ensayista, periodista y diplomático venezolano, escritor de numerosos cuentos, novelas, artículos y crónicas de prensa. Su obra más conocida, Memorias de un venezolano de la decadencia, constituye una de las más severas críticas el régimen de Juan Vicente Gómez al que enfrentó y combatió no solamente desde la escritura. Fue partícipe de la legendaria invasión a bordo del Falke por Cumaná en 1929. En su calidad de periodista y funcionario diplomático vivió en Estados Unidos y Canadá. En Estados Unidos continúa escribiendo. Una vez más, un texto lo llevará a cambiar de residencia: la delegación de Venezuela en ese país le crea problemas luego de un artículo publicado en el diario La reforma social. Se traslada entonces, en 1923, a Montreal para ocupar el cargo de director del departamento hispano de la Sun life Insurance and Co., dicta clases de español en la Universidad de Montreal y publica los primeros capítulos de Memorias de un venezolano de la decadencia, al tiempo que colabora con varios periódicos latinoamericanos; desde allí trata de continuar su persistente campaña contra Gómez. Retorna a Venezuela en 1939 y se incorpora al Congreso y ejerce varios cargos públicos, incluso después de la salida de Eleazar López Contreras de la presidencia. Isaías Medina Angarita, además de la presidencia del estado Carabobo, le confiará una serie de misiones diplomáticas; en el gobierno de Rómulo Gallegos llegará a ser embajador en Brasil y después en Estados Unidos. Cuando Delgado Chalbaud es asesinado en 1950, regresa a su casa en Montreal. Durante estos años se dedica a realizar algunas traducciones y escribir poemas, algunos reveladores de su estado de ánimo como Elegía de otoño, que parece reflejar cercanía con la idea de la muerte. Es invitado a la celebración de los cuatrocientos años de su ciudad natal en 1955 para pronunciar un discurso. Su vitalidad polémica sigue viva: en sus palabras no duda en cuestionar el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Será su última visita al país, pues muere el 18 de abril de ese año en Montreal. El gobierno no le rinde homenaje, pero sí lo hicieron algunos escritores e intelectuales.
Durante la convulsionada década de los sesenta, la literatura Venezolana, vivió uno de los períodos de transformación más importante de los últimos tiempos. Bajo un contexto político, social y literario, jóvenes escritores, comprometidos con su época, con una clara conciencia literaria fundaron grupos como Sardio, Tabla Redonda, El Techo de la Ballena, Trópico Uno, En Haa y 40 grados a la sombra logrando establecer cambios radicales tanto en la narrativa como en la poesía de la época, demarcando un nuevo rumbo a nuestras letras.

OBRA: LOS CUENTOS GROTESCOS
Los "Cuentos Grotescos" de José Rafael Pocaterra constituyen una de las piezas fundamentales de la literatura venezolana. Publicados originalmente en 1922, representa lo mas acabado y perfecto de la narrativa realista producida en nuestra tierra.
Con esta obra el autor quería lograr una impresión o una enseñanza más que todo en la Venezuela de entonces, con el objetivo de hacerla entrar en razón e influir en sus ideales.
Esta obra sigue siendo en opinión de los críticos y estudiosos, los mejores cuentos que se han escrito en Venezuela. Incluso un gran escritor venezolano como lo fue Arturo Uslar Pietri vio en la obra… "la dureza y la luz de una gema"
Consciente de interpretar en primer lugar lo venezolano, José Rafael Pocaterra hizo acopio, en Cuentos grotescos, de un enfoque donde el trasfondo social y lo histórico estuvo enmarcado, en cuanto a los valores formales, en un estilo que sería una de las manifestaciones de la tendencia realista en la literatura venezolana, reaccionando de esta forma contra el preciosismo modernista.
Su estilo logra independencia y autonomía, imprimiéndole un acento inconfundible. Con esa capacidad de eliminar el recargo metafórico, en busca de un lenguaje directo, pero no por eso menos poético.
Como observador acucioso de la realidad cotidiana, la coloca en su sitio, logrando así una técnica espontánea y original. Utiliza los recursos propios de la escuela realista como el detallismo, que se puede observar en el ejemplo siguiente, donde la descripción de un ambiente muestra una atmósfera especial, en el cuento “La i latina”:
“Al otro extremo del corredor, cerca de donde me pusieron la silla enviada de casa desde el día antes, estaba el tinajero pintado de verde con una vasija rajada; allí un agua cristalina en gotas musicales largas y pausadas, iba cantando la marcha de las horas”.1
Pocaterra describe el momento y, al recrearlo, detalla de una manera estética cada elemento del ambiente: “la silla”, el sitio donde estaba colocada, “el tinajero” y hasta la rajadura de la vasija. Pero va más allá, y convierte la descripción de ese ambiente en algo poético cuando presenta en tono melancólico el correr del tiempo, simbolizado por las gotas de agua del tinajero. Es así como su estilo se caracteriza por una descripción con calidad estética, donde predomina la brevedad, la exactitud y la precisión.
También utiliza recursos como la acumulación de frases, en muchos casos sin verbos; que le permiten darle agilidad a la expresión:
“Abrazos, besos, pañolitos sacudidos, dos agudos silbatos y la noche de un túnel. Otra vez el sol, el aire y la noción de partir. Bajo las brumas, a la falda de un cerro que apenas se ve, va quedando... la Caracas de ensueño...”.2
Este ejemplo, tomado del cuento “El ideal de Flor”, muestra un lenguaje basado en superposición de frases, acercándose con este recurso al impresionismo. En este fragmento se encuentra nuevamente la presencia del tiempo, aunque no como potencia máxima, sino como una manifestación de la realidad para interpretar el desencanto del personaje al regresar a su pueblo: “otra vez el sol... la noción de partir... va quedando”.
Otro de los rasgos realistas de Pocaterra es el uso del adjetivo:
“¡Qué triste me pareció la orilla del río, ya oscuro corriendo hacia barrancos lejanos cubiertos de una vegetación profusa!; ¡qué desolada la calle de la entrada, la calle real, limitada por casuchas... más triste todavía la plaza, el hemiciclo cuyos grandes árboles sombreaban la yerba alta, pelada a trechos...”.3
En este ejemplo, tomado del cuento “Soledad”, Pocaterra presenta con un lenguaje cargado de adjetivos el fluir de la conciencia del personaje, logrando la total desaparición del narrador y sólo queda el personaje conversando consigo mismo. Plasmando así, a través del uso del adjetivo, una descripción subjetiva.
Entre otros rasgos realistas en la obra de José Rafael Pocaterra, se encuentra uno de singular importancia en su propuesta estética, se trata de su concepto de la imagen; que elabora en su mayoría basado en la crudeza, presentada de una manera concreta e hiriente. Esto se puede apreciar en el siguiente ejemplo tomado del cuento “Matasantos”:
“...era su hija, sí, su Carmita, aquel fragmento de telas blancas, salpicado de sangre, aquellas grandes manchas oscuras sobre los guarataros, aquel mechón de cabellos rubios pegado con un jirón de piel al hierro de los rieles; toda aquella horrura que iban los vecinos examinando piadosamente y metiendo en un saco”.4
En este ejemplo Pocaterra presenta de una manera áspera y descarnada una visión diferente dentro de la narrativa para darle vigencia a las particularidades del realismo. Se vale de la crudeza para mostrar un cuadro de dolor y muerte, destacando la impresión del padre ante la certeza de que su hijita era sólo un puñado de restos y jirones. Con la finalidad de conmover al lector describe con detalle el horror de la muerte violenta de una pobre niña ciega: “...aquel fragmento de telas blancas, salpicado de sangre...”.
Todas estas características le permiten a Pocaterra llevar a cabo su proyecto narrativo. A ellas se agregan la ironía y la burla, recurso del cual se vale el autor para degradar el lenguaje recargado de los modernistas. Pocaterra expresa su rechazo al modernismo con una propuesta estética diferente, y con un realismo de una calidad excepcional expresa su crítica deformando en sátira y caricatura los rasgos estilísticos principales.
En el cuento “Las Linares” caricaturiza la apariencia externa de los personajes, sin dejar a un lado sus rasgos espirituales, que resalta y enaltece al tratar de conmover al lector; esto se puede observar en el siguiente fragmento:
“¡Pero las cejas...! las cejas de todas ellas que son dos bigotes invertidos, dos montones de pelos negros y ríspidos, en arco de treinta y seis grados hacia las sienes”.5
Y más adelante:
“Sí, bajo aquellas cejas siniestras, en el fondo de los ojos, vio el alma... el alma de las mujeres feas, el alma supremamente virgen que nadie ha turbado...”.6
Con estos ejemplos citados se observa un contraste a través del cual el autor deja colar un mensaje al lector, al hacer referencia a esas personas que “ven pero no miran”; resaltando así la espiritualidad de aquellas mujeres, como antítesis de lo físico.

La propuesta estética de José Rafael Pocaterra buscaba la innovación en la expresión con un estilo rudo que iba a la par con su actitud de denuncia social; por eso en cada uno de sus cuentos planteaba un aspecto de la realidad del país, especialmente a través de su obra Cuentos grotescos, muestra su inconformidad cincelando un vigoroso realismo ante la realidad nacional; a su vez es importante destacar que el autor no descuida su marcada intención de apartarse de la temática y el estilo de la corriente modernista, para esa época ya en franca decadencia.
En el cuento “Las frutas muy altas” resalta las injusticias sociales, con la evidente separación de los niveles sociales por la educación y las circunstancias, donde el personaje “José la O” es víctima y juguete de la sociedad, simbolizada por la señorita “Cecé”:
“La señorita Cecé, sin duda, leía las novelas de Jorge Sand y quiso vivir su idilio campesino, sólo que el pobre José la O no sabía leer y jugó un papel en el pasatiempo de la señorita Cecé con toda la fuerza que despiertan en la precocidad tropical esas agrias pasiones de la adolescencia.
”Tardes doradas en el ribazo del río, bajo los jabillos, con el libro caído en el regazo, y él echado a sus pies, sin hablar, mirándola a los ojos... a ratos le hacía ella una caricia rápida, y él besaba la mano linda, cuidada...”.7
En el cuento “Los Come-muertos”, Pocaterra fusiona el ambiente, los personajes y los sentimientos en un sólo elemento: lo feo.
“...fealdad del paisaje, de los habitadores, del concepto mismo que tenía la ciudad hacia aquel torpe rincón del cementerio donde vivían unos italianos que comían muertos”.8
Con una intención evidentemente crítica, el autor muestra en este cuento la hostilidad hacia el extranjero por parte de una sociedad agresiva y cruel, en donde hasta los niños son capaces de albergar instintos de maldad, como se recoge en el siguiente fragmento del mismo cuento:
“Y todos los chiquillos, cuando pillábamos de paso a la pelirroja y a sus hermanos los acosábamos a motes, a injurias, a pedradas...”.9
Pocaterra tiene claro su objetivo de resaltar valores como la humildad y el sacrificio, y despertar el amor hacia los niños desvalidos en una sociedad donde cierto grupo de personas goza de privilegios y se da el lujo de cometer toda clase de atrocidades. Por eso a través de sus obras fue mostrando un abanico de injusticias. En el cuento “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús”, el autor presenta su verdad sin esgrimir la sátira o la burla. Por eso tal vez tiene un acento diferente a sus demás cuentos; aquí destaca el drama conmovedor del muchacho marginado, pero que en medio de su miseria disfrutaba de la libertad a su manera y hasta prodigaba una ayuda.
“¡Era un botarate!... Quién le mandaba a estar protegiendo a nadie... Y sentía en su desconsuelo de chiquillo una especie de loca alegría interior... ¡Qué diablos! El día de gastar se gasta archipetaquiremandefuá..!”.10
La generosidad y el sacrificio se pueden palpar en ese fragmento donde resalta la satisfacción del muchacho al dar con alegría, con sinceridad.
Estos aspectos mencionados en la obra de José Rafael Pocaterra permiten afirmar que en su concepción grotesca el hombre se encuentra atrapado y solo, prisionero del ambiente donde se desenvuelve y víctima de la sociedad a la que pertenece.
Para llevar a cabo su proyecto narrativo en medio de su empeño de crítica social, se apegó a las técnicas de la escuela realista dentro de la corriente del naturalismo satírico; fundamentándose en el ambiente humano de su época, coordinó con destreza los elementos del lenguaje literario para presentar una obra narrativa con validez.
Como se ha afirmado, la propuesta narrativa de Pocaterra iba en busca de un lenguaje directo, pero a la vez con calidad estética; para lograrlo, entre los recursos literarios, trabajó mucho con el uso de las imágenes sensoriales. Esto indica su preocupación por establecer una comunicación con sus lectores, ya que a través de los sentidos se puede alcanzar ese contacto del ser humano con el otro, encontrándose un frecuente uso de imágenes sensoriales en su creación literaria como se percibe en el siguiente fragmento tomado del cuento “El retrato”:
“...Y el insoportable olor a guayaba, el agudo y áspero aroma que exhalaba la casa hacia la vieja calle del barrio”.11
Aquí se vale de esta imagen olfativa para hacerle sentir al lector el desagradable aspecto de la casa venida a menos moralmente, junto a la familia que la habitaba. Y en el cuento “El ideal de Flor” se encuentra otro fragmento donde el autor usa nuevamente este recurso:
“Y el estrépito de las sonajas de hierro y el jadeo de la locomotora... parecía decirle a su corazoncito: sotolongo, sotolongo, sotolongo...”.12
En este ejemplo la imagen auditiva se asocia con los sentimientos de la protagonista, con una clara intención de burla hacia los poetas modernistas, representados en el cuento por el personaje J.P. Soto-Longo.
Además de estas imágenes sensoriales que conectan al individuo con el medio exterior; también utilizó, aunque con menos frecuencia, las imágenes oníricas, con la intención de acercarse a la psicología de los personajes; este recurso se aprecia en el siguiente ejemplo tomado del cuento “Una mujer de mucho mérito”:
“Tuve pesadillas horribles: soñaba que... Pancho Villa, montando un revólver sobre mi nariz, asesorado por ella, me obligaba a devorar hasta el apéndice un Tratado de las Sociedades Civiles y Mercantiles”.13
Sin embargo, esta incursión de José Rafael Pocaterra en los procesos del inconsciente no resulta atractiva, ya que ese mundo que presenta pertenece a la concepción del autor, y esto le impide al lector ver el mundo desde dentro del personaje. En ese ejemplo presentado se puede observar que el sueño está reproducido minuciosamente, pero más bien con la intención de entretejer la imagen con la posición crítica de Pocaterra, ante la actitud ridícula de algunas mujeres que alardeaban de sus conocimientos.
Su narrativa se enriquece más cuando hace descripciones para presentar un ambiente, con el uso de elementos como el símil, utilizado para complementar el sentido de la obra:
“Como un llanto veía correr el agua por los vidrios de la ventana”.14
O cuando el autor recurre a la comparación para resaltar las emociones o los sentimientos de los personajes, como en el siguiente fragmento de “Patria, la mestiza”, donde se hace evidente la turbación de la protagonista:
“Se llevó la mano a la frente... roja como las flores del apamate”.15
De todo lo expuesto hasta ahora se desprende que en la narrativa de Pocaterra se puede apreciar una dualidad en el estilo: el lenguaje del narrador que presenta los hechos como observador, pero que a veces se permite intervenir para hacer comentarios o dar su opinión, y los diálogos que se aproximan considerablemente a la lengua cotidiana; dejándose oír los personajes tal como son y dándole fuerza expresiva al texto, como en “La i latina”, donde está velada la intención del autor y el cuento alcanza una calidad literaria superior.
El autor en este cuento logra un estilo de tal fuerza expresiva que llega a atrapar en una sola frase la estructura conmovedora de un episodio:
“La señorita murió esta mañana a las seis...”.16
II. El contenido social de Cuentos grotescos
José Rafael Pocaterra, al tomar conciencia del problema que su tiempo le planteaba, en cada uno de sus cuentos presenta un aspecto del medio social. De esta forma enlaza su creación literaria con la posición política que ocupaba, con sus ideales y con la realidad del país.
Surge entonces una interrogante que es necesario responder antes de incursionar en el contenido social de Cuentos grotescos: ¿cuál era la realidad de Venezuela? En primer lugar es necesario reconocer que el país vivía una etapa donde era evidente el predominio de la tiranía sobre la libertad; en segundo lugar, un ambiente de decadencia moral, de estas dos realidades se desprendía una tercera: el imperio del terror y la violencia.
Enmarcado en estos aspectos el autor va dejando en cada cuento su visión de la realidad social del país. En el cuento “La casa de la bruja” destaca la agresividad de la autoridad, por demás ignorante, que arremete contra una indefensa mujer, cuya única culpa era cargar con un hijo enfermo:
“El consabido andino y Jefe Civil oyó gravemente la denuncia... el funcionario apoyó la demanda. ¿Acaso él no sabía a qué atenerse con las gentes ociosas y mal entretenidas..? rodeó la casa misteriosa. Y con el Jefe Civil a la cabeza se deslizaron ocho hombres por debajo de la palizada... la infeliz protestaba enérgicamente de aquel atropello... Ultimadamente con la autoridad no se discute”.17
Ese era el gobierno de Gómez, representado por el Jefe Civil, que atropellaba a una “infeliz”, símbolo del pueblo pobre y desamparado. Como en toda tiranía no se respetaba el derecho del ciudadano ni siquiera dentro de su casa y, lo que es peor, la autoridad generalmente estaba en manos de ignorantes. En este ejemplo, el autor representa a su personaje “la bruja”, atrapada por las fuerzas sociales y víctima de ellas, como fiel reflejo de la realidad.

Con ese mismo propósito crítico se desarrollan las acciones del cuento “La mista”, donde se presenta la figura del humilde y honrado maestro de escuela; revelándose el poco respeto que se tenía en el país por la educación y sus maestros, que sin oportunidades para acercarse a las inaccesibles autoridades no tenían otra opción que sucumbir en el olvido. En este cuento aparecen reflexiones como la del personaje “el pulpero” que al hablar con “el maestro”, le dice:
“¿Y qué hace usted con todo lo que sabe? ¡Pa morirse de hambre no es menester saber eso!”.18
Y más adelante:
“En este país, pa pedir argo y que le atiendan a uno, tiene que ser General”.19
Pero “el maestro”, que anhela mejores tiempos y no pierde la fe en sus gobernantes, insiste en busca de oportunidades y llega hasta la súplica desesperada:
“—Oiga jefe; oiga... es que yo estoy citado... mire, vea la tarjeta...”.20
Todo para oír la fatídica respuesta:
“—Mire, viejito... usté tiene tres días perdiendo su tiempo... tarjetas como la suya tiene todo el mundo. Esas se la mandan a la gente para quitárselos de encima... Mejor despeje”.21
Pocaterra muestra a través del pobre maestro de escuela una trascripción de la verdadera situación del país, con la intención de resaltar la injusticia, el abandono y el olvido en que se encontraba la educación, pilar fundamental del progreso del país.
Pocaterra utiliza la deformación grotesca en su creación literaria para resaltar las desigualdades sociales con el objetivo de contribuir en la búsqueda de un cambio en la sociedad en la cual vivía. Con este fin se vale de la exageración de algunos rasgos físicos, que lo llevan a la caricatura; también utiliza la sátira para resaltar algún aspecto que merezca una crítica, acentuando situaciones desagradables, ridículas o negativas.
Con el propósito de destacar las desigualdades sociales, muestra una realidad que le permite proyectar partiendo del venezolano común la visión del momento histórico que se vivía. El autor destaca estos aspectos en busca de producir un estímulo en el lector y a la vez convertirse en un instrumento para comunicar la desvalorización de la sociedad en la cual se desenvolvía. Sintiéndose en el deber de intervenir con sus obras en una función pedagógica, plegándose a un esquema previo moralizante.

En el cuento “Familia prócer”, se refleja la decadencia de aquellas familias con antepasados que se destacaron en la independencia:
“No quedaba para ellos sino la casa, como el último lazo de unión con el pasado”.22
Aquí el autor presenta “la casa” como reflejo de lo perdido, e interpreta el sentimiento de los personajes sobre lo que ya no se tiene.
Pocaterra pinta con detalle y de forma irónica y acusadora tipos como “Ramoncito”, que hundido en el alcohol y la desvergüenza no le queda más que vanagloriarse orgulloso:
“¿Que aquí no hay energías? Mire, no diga eso: yo soy de una gente que, no es por alabarme, pero en mi familia, mire vale, ninguno puede decir que ha visto llorando a un Errazúriz. No crea tonterías: el porvenir es nosotros los venezolanos que somos gente”.23
En este mismo cuento se hace alusión al calvario que viven las mujeres que tienen “un borracho” en su familia:
“Y otra voz dulce y conocida, ¡Ah, tan dulce y tan conocida, que era la de ella, de su hija!, la de todas las madres y las esposas y las hermanitas venezolanas que desnudan, pacientes, al borracho de la casa, a altas horas, cuando la faz colérica del cerro se esconde en las tinieblas de la montaña”.24
De esta forma va detallando la decadencia de estas familias, la manera en que caen en los peores vicios, debilitándose moralmente, hasta ser presa de sus propios errores. Pocaterra, con estos planteamientos a través de Cuentos grotescos, muestra las características del momento que vivía el país, donde imperaba el terror y la violencia. Pero esto no sucedía solamente con las autoridades, esta violencia también era común en el seno de la familia, donde la mujer estaba sometida a la violencia del hombre, quien detrás de una falsa moral, ocultaba los más oscuros propósitos.
En el cuento “Familia prócer”, citado anteriormente, Pocaterra crea una situación grotesca al presentar el contraste entre “Ramoncito”, borracho y degenerado, frente a la inocencia de su hermana solterona:
“Ramoncito, hijo, entraba trastumbándose, profiriendo palabras obscenas, frases innobles, apoyado en el brazo de la hermana, dejando un vaho de ron, de desastre y de vómito por todos los largos corredores, mientras la virgen pálida lo llevaba hasta el lecho...”.25
En el prólogo de la novela Política feminista o el Doctor Bebé, afirma que los personajes de sus obras son tomados de realidad; es decir, pertenecen al medio que existe fuera de las obras, son auténticos representantes de la venezolanidad, a los cuales se les ha exagerado sus cualidades o sus defectos para lograr su caracterización, con el fin de resaltar la existencia de determinados tipos humanos.
En el cuento “Bastón puño de oro”, se plantea el caso del victimario que se convierte en víctima; presentando la mediocridad de aquellas personas sin escrúpulos, que no se detienen a la hora de perjudicar a sus semejantes para obtener beneficios personales.
“No mijita, con lo que tenemos basta por ahora. Después tú verás cómo yo logro que boten a Ursulino de ‘la casa’ y así me aumentarán”.26
Y lo logró. “Ursulino” fue botado y a él le aumentaron. Y para resaltar la desvalorización de estos empleaditos de clase media, logra el contraste cuando “Ursulino” regresa como director de un ministerio y le roba la mujer. Su decadencia queda plasmada cuando detrás de unas falsas palabras oculta su ruina, no sólo moral sino también material.
“—Y sobre todo, chico, ¡hacerme eso a mí! A un hombre de mi conducta...”.27
De forma irónica y como símbolo de la ruina de su dueño, “el bastón puño de oro”, también se había desvalorizado:
“El bastón puño de oro, recuerdo de mi familia, había perdido el regatón y estaba arreglado con una cápsula de revolver...”.28



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