LITERATURA EN EL AULA



REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “EL MÁCARO”
CENTRO DE ATENCIÓN SAN JUAN DE LOS MORROS
CÁTEDRA: LITERATURA EN EL AULA
COHORTE 2011-2

ANÁLISIS TEMÁTICO
LITERATURA EN EL AULA

FACILITADOR:  
PROF. FRANK O.                                                          
PARTICIPANTE:
GARCÍA YOLY
                                                                          JULIO,  2014

DIDÁCTICA DE LA LITERATURA:
PROCESO COMUNICATIVO

En el campo educativo, la axiología es una teoría fundamental para la formación de los participantes, y es a través de la lectoescritura la captación, integración y transmisión de saberes; por eso, en la enseñanza de la literatura es sin duda alguna importante el rol que ejerce el docente y el uso de las estrategias didácticas abordadas como parte del proceso lingüístico-comunicativo y actividad comunicativo-relacional. De modo que, en todo acto didáctico, la literatura es a la vez objeto de conocimiento y objeto de enseñanza.
En esta compilación, el autor desarrolla los supuestos básicos de la didáctica de la literatura a partir de tres momentos: a) desarrollo, b) enfoques recientes y c) didáctica de la recepción literaria.  Por su parte, define a la didáctica de la literatura como un territorio en el que se articulan varios saberes y disciplinas donde participan los sujetos comprometidos en el proceso comunicativo: el maestro y el alumno.
Cabe destacar que la literatura y su enseñanza han sido dos actividades paralelas, dos objetos de estudio separados, dos universos muy diferentes. Dicha separación ha dificultado la organización y sistematización de la didáctica de la literatura, disciplina en la que confluyen y se sintetizan estos dos campos teóricos que, con objetos y métodos diferentes, enfrentan una única finalidad: desarrollar formas de conocimiento, de exploración de la realidad humana por una parte y, por otra, de enfocar la enseñanza y el aprendizaje, el conocimiento y la transformación del sujeto en general y del sujeto educativo en particular.
Algunos enfoques recientes pueden detectar un nuevo tratamiento de la disciplina: la práctica didáctica puede ser objeto de análisis para la literatura o bien la literatura puede ser tarea, saber para la didáctica. Tales son las obras como: La casa verde, de Mario Vargas Llosa, Paco Paco Yunque, de César Vallejo, Águeda, de Guadalupe Dueñas, Tachas, de Efrén Hernández, Cuarto año, de Mauricio Magdaleno, Modificación de último momento, de Héctor Sandro, entre otros, que han sido abordados de manera analítica, detallada, desmenuzada a partir de la conducta de los sujetos comprometidos en el acto pedagógico: el maestro y el alumno. Estos relatos demuestran, sobre todo, que la mayor parte de la actividad del aula está destinada más al control de la disciplina que a la enseñanza y el aprendizaje, generando una serie de situaciones psicológicas en el sujeto aprendiz que van desde el sometimiento, el despojo, el temor, el resentimiento, el aislamiento y la rebeldía, hasta la desintegración de la personalidad.
Por su parte, la didáctica empieza a integrar otras propuestas al incluir lineamientos del campo literario en los que se pretende armonizar lo teórico con lo práctico como resultado de experiencias pedagógicas, de actividades metadocentes de formación o de productos de reflexiones continuadas de los propios maestros en ejercicio.
En las últimas décadas, la didáctica de la recepción literaria –literatura y su enseñanza-  es vista desde otros enfoques – teoría de la recepción, semiótica, psicoanálisis, lingüística textual- que empieza a preocupar a los teóricos literarios los cuales inciden de alguna manera en el campo de la didáctica y permiten, además, replantear otros modos de enfocar la enseñanza y el aprendizaje de lo literario.
Dentro de esta tradición, el saber literario puede ser materia de enseñanza en la medida en que tiene que ver, por una parte, con el proceso de creación y, por otra, con el de la recepción de los textos. Por ello, se entiende por didáctica de la literatura el conjunto de lineamientos metodológicos que, a partir de la práctica en la escuela, se organizan para lograr no sólo la enseñanza formal de la literatura sino también la manera de analizar, leer y comprender el texto literario. Esto conlleva a reemplazar la concepción positivista de la enseñanza por una más integradora, interdisciplinaria, en este campo de conocimiento.
De allí que se conciba a la didáctica de la literatura como un campo particular cuya finalidad prioritaria es desarrollar los modos de acercamiento al fenómeno literario.
De este modo, la literatura para ser catalogado como literario, un texto debe reunir dos condiciones: a) una función comunicativa particular; b) impone a los usuarios —escritores y lectores— normas especiales de funcionamiento y, por tanto, de lectura.  Por su parte, la comunicación didáctica es más directa, inmediata y dialógica. Está integrada por el maestro, el texto y el alumno. Cada uno, con sus diferentes niveles de formación, establece una relación comunicativa especial como lectores frente al texto. Así, el proceso didáctico como acto comunicativo tiene dos momentos: a) es una relación intersubjetiva entre los individuos comprometidos en el acto de enseñanza: el maestro y el alumno, mediados por el contenido (texto); b) es un conjunto de planteamientos técnico-metodológicos que explican tanto las formas de organización de la enseñanza y el aprendizaje como los procedimientos para la lectura del texto literario y el análisis de la conducta del lector alumno.
La didáctica de la literatura como práctica comunicacional, al ser un espacio disciplinario donde se interceptan la literatura como práctica comunicativo-lingüística y la didáctica como actividad comunicacional, integra en su planificación, programación y acto didáctico un conjunto de exigencias basada en la concepción del hombre, de lo literario y de  la actitud docente y del alumno en la lectura vista desde la perspectiva literaria o didáctica.
 Una concepción del hombre como objeto de conocimiento y de educación, nivel donde se debe situar dos dimensiones de la disciplina: a) una de orden ideológico-socio-educativo; y b) una de orden teórico-práctico. Es decir, cómo se organiza la estructura didáctica desde la selección de los contenidos, el planteamiento de los objetivos, las actividades y las formas de evaluación y, a la vez, su interrelación con el maestro y el alumno. La finalidad no es sólo aprender y enseñar literatura, sino plantear el contexto en el que se da el acto comunicativo para distinguir y clasificar los elementos que entran en juego en la transmisión y en la adquisición del saber. Desde esta perspectiva, el objeto literario (texto) y su lectura constituyen el núcleo central del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La  concepción de lo literario, la enseñanza de ciertas concepciones teóricas sobre la literatura no puede constituirse objetivo de aprendizaje, sino que es más bien un medio, un instrumento para aprender a teorizar sobre la literatura. Una mal entendida enseñanza de la historia de la literatura a una tediosa letanía de autores, de obras, de críticos, sin estimular la reflexión ha sido una causa profunda que tal vez explique el fracaso de la enseñanza de la literatura a lo largo del sistema educativo.
Desde un punto de vista, la literatura es un proceso y un acto comunicativo especial, dado que implica un tipo particular de uso del lenguaje y, por lo tanto, debe ser analizada: como un modo de creación artística con sus leyes propias, como una producción particular en la que el autor no se comunica a través de signos lingüísticos sino que comunica sentidos o significaciones.
Por lo anteriormente expuesto, se puede indicar que el estudio de los textos literarios también puede ser científico, según Filinich, el fenómeno literario puede abordarse desde diversas perspectivas, entre ellas la teoría, la crítica y la historia literaria que, de alguna manera, ha sido retomada en las currículos escolares y, por lo tanto, en la programación didáctica. El objeto de la crítica literaria […] está constituido por la significación literaria de textos determinados y el objeto de la historia literaria es la contextualización, esto es, el estudio de los textos y sus relaciones intertextuales, sus condiciones de producción y recepción. Con relación a los aspectos señalados con anterioridad, el maestro con una formación teórica de lector especializado seleccionará como prioritaria una teoría para acercarse al texto, sin perder de vista que éste cumple una triple función: a) de enseñanza; b) de conocimiento del hombre y de la realidad sociohistórica; y  c) de gozo y de placer.
De acuerdo con Barrer,  se indica que el conocimiento de las disciplinas que lo analizan, una vez que el maestro ha seleccionado la perspectiva teórica, los textos literarios son retomados por disciplinas diferentes que buscan en las obras puntos de apoyo que les permitan ampliar o confirmar sus principios teóricos. Podría considerar, por ejemplo, el psicoanálisis, la sociología de la literatura, la pragmática, la fenomenología, la hermeneútica, la semiótica, la crítica psicoanalítica que, enfocadas desde una perspectiva crítica, pueden abarcar las principales direcciones del conocimiento teórico y ofrecerle al alumno una síntesis rica y accesible del mismo.
Por su parte, Béguin indica “…No hay ninguna obra producida en la actualidad que, en cierto sentido, no pueda informarnos sobre la crisis de civilización por la que atravesamos…”.
La meta que debe proponerse el maestro es desarrollar los procesos de análisis, descripción y explicación que permitan abarcar todo el proceso comunicativo, desde la conformación del texto hasta la estructuración de la conducta del lector. En este nivel hace necesario una triple articulación disciplinaria: literaria, didáctica y psicoanalítica, si la propuesta se plantea desde este último campo.
Freud desarrolla a partir del lenguaje, una visión, una interpretación psicoanalítica del arte y de la cultura al considerar que todo lo que es factible de ser sustituido por otro texto es ya interpretado; por ejemplo, no sólo el sueño sino también el síntoma neurótico, el mito y la obra de arte. Es decir, en el caso de esta última son analizados no sólo como un proceso creativo, interpretativo e interpretable, sino como producto terminado con un sentido propio.
  En cuanto a la actitud del maestro, depende de la percepción que el maestro posee de su campo de trabajo, de la organización de la actividad académica que realiza a partir del reconocimiento de los esquemas cognitivos previos del alumno, el cual los lleva consigo a la experiencia áulica, y de la manera en cómo estructura la información para generar nuevos conocimientos y procesos creativos. En una palabra, la programación didáctica deberá estar orientada a: 1) la formación de nuevas estructuras mentales; 2) la organización y sistematización de los conocimientos fragmentados; y 3) la crítica reconstructiva de los problemas cotidianos de aprendizaje.
Es decir, la actividad didáctica debe realizar una labor de síntesis entre todo este conjunto de saberes que darán un mayor sentido a la información y que sólo será posible a partir del dialogo compartido, del contraste de opiniones, de las reflexiones y de las experiencias comunes ampliadas y enriquecidas por el diálogo permanente entre el maestro y los alumnos.
De este modo, la tarea del maestro será la de orientador, de impartidor de nociones, de guía que despierta la sensibilidad, la imaginación, la creatividad en este proceso comunicativo de enseñar-aprender, en el que ambos son partícipes.
    Se debe tener en cuenta que la literatura es tanto un proceso creativo como un objeto de enseñanza que tiene sus leyes propias, que impone procedimientos específicos para la lectura, la escritura, la enseñanza, la investigación. Esta pluralidad de funciones y la misma complejidad de las obras obligan al maestro a profesar una flexibilidad didáctica, en la que debe: 1) percibir la relación lengua-literatura y determinar los elementos lingüísticos; 2) establecer la interrelación o posibles conexiones entre el texto literario con los contenidos de otra asignatura (ciencia, arte, arquitectura, etc.); y 3) desarrollar e incentivar permanentemente hábitos lectores en sus alumnos promoviendo, asimismo, la capacidad investigativa.
Las formas de llevar a cabo estas actividades están relacionadas con la idea de qué se aprende y de cómo tiene lugar el proceso de conocimiento literario. El aprendizaje escolar, centro de toda actividad didáctica, aparece como resultado de la interacción de tres elementos: el alumno, quien construye significados, los contenidos de aprendizaje, sobre los que el alumno construye los significados, y el profesor, quien actúa como mediador entre el contenido y el alumno.
Con relación a esta propuesta, el maestro no debe olvidar que su función es pedagógica en la medida en que debe hacer surgir del texto los valores literarios para que poco a poco el alumno aprenda a descubrirlos, entenderlos, interpretarlos, y atraer su atención hacia las manifestaciones estéticas. Por ejemplo, hacer leer, comentar, analizar una novela es fijarse en cómo está hecha, cómo del sentimiento interior del autor se ha pasado a la existencia de los personajes y las escenas. En una palabra, al proceso de creación propiamente dicho.
 Con relación a la actitud del alumno frente al aprendizaje de lo literario, el aprendizaje de este campo disciplinario se produce en el momento en que el alumno puede llegar a comprender la intersección entre el contenido teórico (texto literario) y la puesta en práctica de los planteamientos metodológicos (lectura literaria) para enfocar no sólo la lectura sino también la investigación de este campo discursivo.
Didácticamente se tendrá que enfocar la atención en el estudio de la actividad creadora, que pone en juego realidades, acontecimientos, hechos y circunstancias sociales y humanas encubiertas de ficción. En segundo lugar, se tendrá que analizar el tipo de relación dialógico-transferencial que se establece entre el lector alumno y el texto literario, ya que cada texto tiene múltiples lecturas que dependen, por un lado, de las características del texto, y por otro, de las competencias del lector, las cuales coinciden en el proceso de recepción. El lector responde a la lengua como un ser social que comparte con otros miembros de la sociedad una manera de entender un campo léxico determinado por el uso común, pero también como un individuo cuya interpretación de las palabras está teñida por las experiencias vividas y por la experiencia en el uso de la lengua. En consecuencia, no hay lecturas idénticas.
Los pasos para el análisis del texto tienen un papel decisivo para la enseñanza de la literatura. Los textos literarios no son estáticos, ni ofrecen la misma apariencia a cada lector. Texto y lector constituyen categorías apoyadas una en otra, las que se pueden captar en el proceso de la lectura literaria y analizarlas desde la perspectiva didáctica. Para ello, es necesario plantear, en términos generales, qué entendemos por texto y por lector alumno.
El texto literario,  es un conjunto estructurado de unidades lingüísticas a través de las cuales se desarrolla un tema con intención comunicativa. Tanto la intención como el tipo de organización interna garantizan, por un lado, la coherencia y, por otro, la cohesión.
gracias a la coherencia los diversos elementos del texto mantienen entre ellos una conexión conceptual, y gracias a la cohesión los elementos superficiales mantienen una conexión secuencial […]
La intención y la función lingüístico-comunicativa del texto dan origen a la organización de ciertas estrategias de enseñanza y de lectura.    El texto literario es un objeto creado por alguien, con una intencionalidad, posible de ser leído. Pero, como objeto material, está cargado de significación.), para lo cual cada género exige una estrategia particular de lectura, ya que quien escribe se somete a las convenciones que lo conforman.
El lector alumno, de allí que la lectura literaria sea una experiencia doble: intrapersonal —manejo interno del lenguaje que facilita o permite la comprensión significativa de los enunciados textuales - e interpersonales, en la medida en que se establece una comunicación particular entre el texto y el lector-alumno:
Se concluye que la participación del lector, entonces, es cognitiva e imaginativa, ya que debe emplear todos sus conocimientos y capacidades para construir el mundo de la ficción que se le propone: contexto, emisor, destinatario, localización de acciones, entre otros. Pero este conocimiento se va profundizando y perfeccionando a medida que el lector alumno entra en contacto con diferentes obras y diferentes géneros.